Historias

María Elena de Crovo, Mujer y Liberal

Sandra Liliana Pinto Camacho

Sandra Liliana Pinto Camacho

Ingeniera Industrial PUJ & Administradora Hotelera AH&LA

La sonrisa de Doña María Elena en esta foto me recuerda las noches de tertulia en las que, alrededor de unos “gato negro”, nos narraba sus maravillosas historias llenas de amor, dignas de una heroína defensora de los menos favorecidos.

El recorrido a la recién inaugurada Clínica del Seguro Social de Cúcuta, era la concreción de un propósito que había concebido dolorosamente, al tiempo que hacía lo propio con el último de sus hijos.

Corría octubre de 1960 y ella, ya madre de cuatro varones y una niña, próxima al momento del parto, se encontraba en las instalaciones de “El Mural”, semanario que habían fundado algunos años atrás junto con su esposo, el poeta nadaista chileno Andrés Crovo Amón.

Desde “El Mural” se había incitado a combatir la dictadura del General Rojas Pinilla, motivo por el cual el periódico había sido clausurado temporalmente y ella encarcelada brevemente por instrucciones del Ministro de Gobierno, Lucio Pabón Núñez, bajo el cargo de “agente del comunismo internacional”.

Al tiempo, el poeta Crovo quien era mayor 19 años que su esposa, fue obligado a exiliarse en Venezuela, ya que para esta época en la que apenas se aprobaría el voto femenino, se pensaba que cualquier ideología que profesara una mujer provenía de la influencia ideológica de su marido.

Doña María Elena sola, embarazada a término, no podía parar de realizar la impresión de la publicación del día siguiente así que, con la fortaleza que siempre la caracterizó y la hizo legendaria, soportó las contracciones hasta finalizar la tarea.  Luego llamaría a unos amigos para que la acompañaran a la clínica en donde fue “abandonada a su suerte” en los corredores del jardín, en una fría y desabrigada camilla, hasta cuando el niño asomó su pequeña cabecita.

Este episodio sería tan traumático para ella que, al llegar al ministerio, no pudo menos que construir una clínica en la que el pabellón de maternidad estuviera dotado de todas las comodidades y tecnología que permitieran a la madre y al recién nacido llegar sanos y salvos a feliz término.  Quince años después asistiría a la inauguración con quien había sido el desinformado inspirador de esta idea, su último hijo Luis Carlos.

Imagen incluida en el video del homenaje ofrecido por el Instituto de Pensamiento Liberal de Colombia a la ex-ministra María Elena de Crovo (1935 – 2019).

https://youtu.be/WRu4xmQfSoQ

Había tal ternura en su naturaleza, que parecía adoptar con especial afecto las causas de las mujeres, los campesinos, los trabajadores, la clase obrera, los niños.  Razón tuvo Alfonso López Michelsen cuando al referirse a su gestión dijo:

Como nunca, los trabajadores de Colombia contaron con la presencia al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de una mujer que si algún merecimiento tenía, era precisamente el de haber luchado a favor de los desvalidos y en contra de los privilegios.”

Y es que su temprana infancia en el barrio La América en Medellín, estuvo marcada por el contraste entre una madre estrictamente católica y una padre liberal y respetuoso de las convicciones de los demás, hasta el punto de acompañar hasta la puerta de la iglesia a su esposa y esperarla afuera mientras ésta asistía a los oficios dominicales.

Fue entonces cuando, antes de cumplir los cinco años, cayó enferma de Poliomielitis, que para la época era considerada incapacitante de por vida o, en el peor de los casos, mortal.  Su madre desesperada por el futuro que le esperaba a la menor de sus hijas le ofreció a Dios ingresarla en un convento, a su servicio, si sanaba.  El milagro se dio y Doña María Elena fue internada hasta los catorce años en un convento en el cual recibió la formación católica sobre la base de la compasión y la solidaridad que influenciaría años después todas las políticas que implementó.

Contaba con gracia que había pasado del cuidado de las monjas al de su marido a quien la unió el vínculo de la admiración y la estremeció el de sus palabras. Andrés Crovo era un hombre fascinante, un intelectual que encontraba en aquella niña, la inspiración para sus versos y la realización de sus luchas.

Con el apoyo de su esposo, luchó las más grandes batallas de la historia reciente de Colombia: a los 14 años se vinculó al comité juvenil de la Resistencia Liberal contra la dictadura de Laureano Gómez; contribuyó desde las letras con el derrocamiento de Rojas Pinilla; colaboró con los liberales cuando la violencia los forzó a esconderse; hizo parte del Frente Civil cuando se gestaba el Frente Nacional; fue Directora del Movimiento Acción Liberal Popular y participó en la fundación del Movimiento de Recuperación Liberal (después llamado Movimiento Revolucionario Liberal, MRL).

Fue la primera mujer en presidir el directorio liberal de Norte de Santander en tiempos de la violencia política, y ocupó sucesivamente los cargos de Concejal de Cúcuta (1960), Diputada de Antioquia (1961), Representante a la Cámara por Bogotá y Cundinamarca (1962 – 1966), Senadora (1966 – 1970) y primera mujer vicepresidenta de esta institución.

En el recinto del congreso fue famoso su debate contra las mafias de esmeralderos cuando en su efusiva intervención sacó un látigo con el cual azotó la tribuna para indicar que estaba presta a defenderse de las amenazas.

Una vez terminado su periodo parlamentario fue nombrada Cónsul de Colombia (1971 – 1973) en Londres por el presidente conservador Misael Pastrana Borrero, periodo que consideró una oportunidad para estudiar en la Escuela Económica Británica.

Un año antes de las elecciones y fiel a uno de sus principales principios, la lealtad, regresó a Colombia a colaborarle a su compañero de lucha Alfonso López Michelsen en su cruzada hacia la Presidencia de la República, conduciendo el Comité de Mujeres Liberales.

Alfonso López Michelsen subió al poder en 1974 con la mayor votación  registrada  hasta  ese  momento,  con  el  56%  del  total  de  sufragios les ganó a sus contendores. Cuando comenzó la presidencia del “Mandato Claro”, Doña María Elena se desenvolvió como Ministra de Trabajo y Seguridad Social, siendo la primera mujer en ocupar este cargo.

Su principal legado a favor de los trabajadores fue la implementación del reajuste anual a pensiones, cesantías y sueldos (Ley 4 de 1976); el reajuste y el reconocimiento de intereses a las cesantía (Ley 52 de 1975); el pago del subsidio familiar y la entrega de las dotaciones (Decreto 627 de 1975); los subsidios a trabajadores del campo (Decreto 2373 de 1974); la asignación de recursos para el adecuado funcionamiento del Servicio Nacional de Empleo – SENA – (Decreto 2375 de 1974);  y la ampliación de la cobertura del Instituto Colombiano de Seguros Sociales (ICSS) de los trabajadores a sus familias.

María Elena de Crovo con algunos de sus hijos – 9 de diciembre de 1992

Una preocupación recurrente y visionaria de Doña María Elena era la recreación y la ocupación del tiempo de ocio de los trabajadores y sus familias.  Fue así como, haciendo gala de su pragmatismo, propuso la creación de una prima de vacaciones para los empleados del Estado consistente en quince días de salario, de los cuales tres serían aportados a Prosocial (Decretos Ley 174 y 230/75), entidad que perduró 26 años hasta que en el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana Arango, se eliminaron los recursos que la sostenían, abandonándola a su suerte.

En cuanto a los niños, fue autora de la Ley 27 de 1974 “por la cual se dictan normas sobre la creación y sostenimiento de los Centros de Atención Integral”, hoy el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, con el cual se le facilitaría a la mujer avanzar en su proceso de profesionalización así como incursionar en nuevos campos laborales que le permitieran su independencia económica, comienzo de su verdadera libertad individual.

Los episodios más arriesgados y controversiales de su paso por el ministerio, tuvieron que ver con el apoyo a las iniciativas relacionadas con la libertad sindical y el derecho a la sindicalización, recibiendo fuertes críticas irónicamente de los sectores de izquierda, especialmente desde el periódico Voz Proletaria del Partido Comunista en donde se le llegó a calificar de “histérica”. Ella había otorgado personería jurídica a la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC) y a la Confederación General del Trabajo (CGT), y propendió por el restablecimiento de las relaciones con Cuba.

Sus arriesgadas posiciones a favor de los menos favorecidos causaba resquemor en los empresarios y dueños de los grandes capitales del país. Fue así que cuando intentó la reestructuración del ICSS para convertirlo en establecimiento público nuevamente y de esta manera revertir el “Pastranazo” que en 1973 (Decreto 1935) cambió el régimen económico del ICSS a bipartita: solo aportes de empleadores y trabajadores, sin recursos del estado pero sí asumiendo la deuda, sufrió la desmedida respuesta de los médicos asociados en Asmedas, quienes se resistían a perder sus privilegios al pasar de ser empleados privados a públicos de libre nombramiento y remoción.

Esta propuesta originó la huelga médica más prolongada (56 días) en el país, lo que a pesar de cobrar el cargo de la ministra, tan solo les otorgó a los médicos la condición de “Funcionarios de la Seguridad social”, es decir empleados públicos con capacidad de negociar convenciones colectivas de trabajo.

Tras su salida del ministerio fue nombrada Embajadora Extraordinaria de Colombia ante el Gobierno de México en donde disfrutaría el desarrollo de otras de sus muchas habilidades como lo era la música, la escritura y la amistad.

Aunque su partida nos ha dejado un hondo vacío, hoy, en el día de la mujer, recordamos su legado como un especial regalo para las nuevas generaciones de lideresas que bajo su inspiración, llegarán a cambiar la vida de los menos favorecidos.

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