No hacer de la ignorancia un producto
En un mundo saturado informativamente como el actual, del afán, la inmediatez –ahora de la virtualidad- donde hace carrera que lo importante no es la verdad, si no tener la razón a toda costa, pues ejercitar, aprender, aplicar y enseñar el pensamiento crítico es una necesidad ineludible.
Por eso, resulta de suma importancia lo que hace el Centro de Pensamiento Crítico de Colombia en plena pandemia: promover el conocimiento y la praxis del pensamiento crítico para no perder de vista lo importante sobre lo urgente en esta nueva realidad, que nos impuso de facto la pandemia mundial del Covid 19.
Digo que resulta fundamental ese esfuerzo, porque lo más peligroso ante tanto bombardeo informativo, que acreciente los brotes de infoxicación, donde se confunde lo que es cierto con la fantasía, la especulación con real, fake news y todo esto es utilizado de una u otra manera desde la distancia como titiriteros agazapados por muchos “stakeholders”, quienes ahora tienen el escudo de la virtualidad para evitar siquiera dar la cara físicamente a la sociedad, la ciudadanía – a sus electores en el caso de los políticos- y más bien amparados por teleprónter tratan a toda costa de mantener el statu quo, para estancar la búsqueda legítima de miles de personas de tener una mejor calidad de vida, más libertades y mayor respeto por sus derechos.
En fin, una búsqueda y reclamo creciente de simple justeza social, que no tiene que ver con confrontaciones de derechas contra izquierdas, que es el nuevo campo de entretenimiento que se han inventado para distraer la atención de los problemas reales como desigualdad económica, pobreza, desempleo, mala calidad en la educación, sistemas de salud precarios, exorbitantes intereses de los bancos, corrupción, concentración de la riqueza y la tierra, y la depredación sin control sobre los recursos naturales que ponen en peligro la vida de las presentes y futuras generaciones. En Colombia, ni digamos.
El pensamiento crítico, por tanto, trata de evitar la manipulación a través del miedo, el adormecimiento de la razón, que no se incapacite el análisis lógico, nunca evadir la reflexión, ni tratar de infantilizar el pensamiento de las personas; así como impulsa analizar con sabiduría, proponer alternativas y soluciones, no tragar entero frente a las soluciones que se proponen como únicas, no exacerbar las emociones fuertes y el inmediatismo como actitud diaria. Por ello, el pensamiento crítico pretende recibir información sin parcialidad ni manipulación, sin engaños que mantengan al ciudadano en la esclavitud de la ignorancia, como lo dice el libro “Urgencias del Siglo XXI”, lanzado recientemente por el CPL como un regado a la humanidad y que puede ser descargado sin costo alguno.
Para algunos, especialmente quienes detentan el poder económico y político, resulta altamente fastidioso y dañino para sus intereses que se promueva, presente, promulgue y enseñe el pensamiento crítico para la vida diaria, porque se trata de la búsqueda de un despertar de la conciencia y de saber que siempre hay caminos diferentes que recorrer, posturas no homogéneas por conocer, así como constatar, contrastar e indagar cualquier información antes de dar por sentados los hechos o supuestas verdades que se presentan; muy en la línea del controversial Noam Chomsky, al denunciar los esfuerzos de élites financieras con su marketing para hacer de la ignorancia un producto “que se usa para reprimir el pensamiento y que favorece cierta forma de anti política que socava determinados elementos de juicio y reflexión” (Chomsky, 2017). Ignorancia que sirve no solo para generar conformidad si no para “aplastar la disconformidad”, agrega el pensador estadounidense. Eso a groso modo es el pensamiento crítico.
Por último, gracias a todos aquellos que nos leen, comentan y siguen. Mil gracias. Dios les bendiga. Gracias por darnos el privilegio de ganarnos su tiempo.