Opinión

Pura narrativa

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Se realizó este fin de semana la asamblea de la Colombia Humana que, lógicamente, estuvo ‘amenizada’ por el presidente intergaláctico Gustavo Petro. Escuchar a este señor, cada día se hace más difícil, sobre todo cuando uno espera encontrar un jefe de Estado que sea centrado, propositivo, asertivo y sensato, cualidades que es claro, no tiene.

Estuvo en el atril por más de una hora y pudo destilar toda la rabia, el odio y el veneno que alberga en su humanidad. Qué triste tener un presidente se va llenando diariamente de razones, motivos o excusas y, apenas tiene la oportunidad, se descarga contra todo y contra todos. Es claro que si se muerde la lengua…

Con lápiz en mano, su principal apoyo y muletilla, comenzó un discurso lleno de verdades acomodadas y a medias, diciendo que los abogados de la extrema derecha lo van a demandar por expresarse, porque a él lo juzgan de manera diferente que a sus antecesores, porque “hay unas reglas para unos y unas reglas para otros”. Lo curioso es que, a pesar de la victimización, el señor prendió el ‘retrovisor’ y, una vez más, como es debido, expresó todo lo que piensa.

Esta vez, habló de la personería jurídica de la Colombia Humana, con la cual, dice él, les cerraron la democracia cuando se las negaron en 2018. Lo que no recordó es que dicha negación ocurrió porque el partido no logró el 3 % de los votos en las elecciones a Senado y Cámara. También dijo que, desde diciembre de 2021, desde el Gobierno Duque intervinieron las comunicaciones de su campaña, “haciendo un Watergate incomparablemente mayor que el que hizo Nixon contra el partido demócrata en los Estados Unidos”, y que dichas interceptaciones fueron entregadas a una revista de extrema derecha creyendo que podían destruir al partido, aunque nunca hubo “5 segundos de mi voz, proclamando o planificando algún improperio”… A pesar de eso, todos sabemos dónde está la cabeza que dio las órdenes y permitió todo lo que pasó en la pasada campaña presidencial.

Reconoció que “la comunicación es el poder” y acusó a “la revista” de querer “ensuciar el triunfo” de 2022 “diciendo que la mafia dio dineros”, haciendo que el triunfo no sea legítimo. ¿Lo dice una revista o lo declaró Nicolás, el que no crió y que se arrepintió de sus confesiones después de recibir la visita de su padre en Barranquilla? Petro habló de haber hecho oposición con pruebas, no con calumnias, cuando era la “gobernanza paramilitar… que estaba ocasionando un genocidio” la que gobernaba. Pero no habló de las cifras de masacres.

Acusó a la revista “de extrema derecha” de inventar que el comandante de las Fuerzas Militares dijo que se retomarían los bombardeos a los campamentos del ELN, porque tienen interés en continuar la historia sanguinaria de Colombia. Sin embargo, la noticia fue difundida a través de la W por el almirante Francisco Cubides, comandante de las Fuerzas Militares de Colombia, quien, ante la situación actual del departamento del Chocó, donde las tropas se encuentran en medio de una ofensiva en respuesta al paro armado del ELN que ha confinado alrededor de 50.000 personas, anunció que las operaciones militares se llevan a cabo con precaución para evitar daños colaterales, planificando bombardeos en lugares que la inteligencia militar considera estratégicos.

Se declaró “un hombre libre”, más que uno de partidos. Dijo haberse sentido libre en el M-19, cuando se quiso cambiar la historia de Colombia y dijo que, con Turbay Ayala, había comenzado en Colombia la dictadura del cono sur, pero que el M-19 había ayudado en la construcción del cambio de la Constitución, al ser mayoría en el “poder constituyente”. Acusó de “terroristas” a quienes pusieron presos guerrilleros y a quienes, según él, por eso quieren que se acabe la democracia popular, afirmaciones que no tienen ninguna relación.

Acusó a los ricos de “asesinos” al gritarle “Fuera Petro”, lo que se ha evidenciado que no es cierto, porque gente de todos los estratos ha declarado la inconformidad y decepción que sienten hacia su Gobierno, ese que les incumplió con “el cambio”. También se refirió al embargo que sufrieron sus cuentas bancarias años atrás, presentándolo como una persecución política, pero no dijo que fue una medida de la Contraloría de Bogotá al considerar que hubo detrimento patrimonial al reducir la tarifa del transporte público cuando era alcalde de Bogotá. Tampoco dijo que la medida se levantó y no le tocaron un peso.

Recordó que “el poder es una droga” y puso a Uribe como ejemplo, aunque habló de la reelección, que la tenemos en el ambiente, impulsada por sus seguidores. Se refirió a la crisis climática que arroja bombas en Palestina y de un neoliberalismo que destruye a todo lo que sea colectivo y bloquea al progresismo. ¿Será que su odio por el neoliberalismo es por la destrucción de los lazos sociales y familiares que, según él, ocasiona, o será porque este pensamiento político y económico busca la reducción del Estado a su mínima expresión? Porque es claro que, en su familia, aquello de los valores y el respeto por el otro no se da tan bien, en cambio, el gusto por vivir del Estado y poner a todos los cercanos a que hagan lo mismo, sí.

Acusó a la extrema derecha de tener el Estado, de hundir la reforma a la salud, aunque ya está aprobada; de que los magistrados de las Altas Cortes bloqueen las propuestas del Gobierno, “quieren amordazar el proyecto de la transformación democrática de Colombia”. Lo que deja una inquietud ¿por qué no ha sido capaz su Gobierno, de liderar esa transformación democrática, por ejemplo, desde el Ministerio de la Igualdad? ¿No era éste, el pensado para darle una nueva mirada a todo lo que haría el Gobierno? El medio y los recursos están, falta superar la ejecución del 1 %, que solo obedece a lo empleado en salarios. Tanta queja sobre Francia y, aquí, que la palabra igualdad engalana un ministerio, no pasa nada. Pura narrativa.

Dentro de su discurso se refirió a la “señora de los tintos” que tiene que tomar un transporte de dos horas para llegar al trabajo, a la que tienen laborando sin pensión, sin salud, casi que en la esclavitud, lo que me hizo pensar ¿acaso la distancia al trabajo, no es una característica que se puede presentar con cualquier empleado? Si tanto le preocupaba la señora, ¿por qué no se puso las pilas en su Alcaldía y arrancó con el metro? Esa sí habría sido solución, no venir ahora a rasgarse las vestiduras. ¿Acaso, en muchas oportunidades, no les toca a los gerentes, a los directivos o profesionales, atravesar toda la ciudad o gran parte de ella, para llegar a su lugar de trabajo? La lejanía no hace parte de un estrato, no significa que, pertenecer a uno u otro, te ubica más lejos o más cerca del trabajo. No nos confundamos.

Tampoco debemos ocasionar confusión con los prestadores de servicio, figura ampliamente utilizada hoy en día principalmente por el Estado, que evita responsabilizarse contractualmente de sus colaboradores permanentes y los convierte en figuras casi intocables, al permitirles todas las atribuciones habidas y por haber. El Estado debería dar ejemplo en todo sentido: tipo de contratación y condiciones. Quizás así, evitaríamos los dañinos y obtusos sindicatos.

Y si nos vamos a referir a países de avanzada, tenemos que recordar que, en Estados Unidos, por ejemplo, son pocos los empleados que cuentan con vacaciones pagas o con un seguro de salud pagado por la empresa. Allá, muy modernos y todo, la salud básica es bastante precaria, por eso, un seguro de salud medianamente decente es altamente costoso… Y ni hablemos del seguro odontológico, porque ese es como haber encontrado un milagro.

La narrativa del presidente Petro, continúa construyéndose sobre la premisa del “orden justo” que, según él, la extrema derecha no quiere en su Gobierno, porque no quieren apoyarlo con las inversiones forzosas y, como su ejecución es tan pobre, le toca culpar a todo el que aparezca en el panorama. Sólo así, justificará tanta debacle.

Está buscando el apoyo de los jóvenes y las mujeres, al convertirlos desde el discurso, en el centro de todo lo que significa su Gobierno. Manifiesta ser la fuerza política más seguida en el país, por lo que las posibilidades para ganar otra vez, están sobre la mesa. Habló de haber sacado 1.600.000 pobres de la miseria en un año y que, su idea de dejar de consumir combustibles fósiles, es posible porque el mundo deja de consumirlos. Sugirió, para acabar con el oligopolio de la energía eléctrica en el Caribe, la instalación de paneles solares.

Además, confirmó lo que ya sabíamos: su idea de unir todas las fuerzas progresistas de Colombia, tiene como objetivo ganar las siguientes elecciones para 2026, como un proceso de lucha social, de acumulación de poder popular que, si es contemplado con otra mirada, con egoísmo y egolatría, no será él quien lo lidere.

Lo más triste de todo es que ya está en campaña, a pesar de llevar dos años al frente de un Gobierno que no ha sabido cómo manejar ni cómo sacar adelante, sumiéndonos, cada vez más, en un discurso que, al final, habrá sido sólo, un mecanismo para continuar, en cuerpo propio o ajeno, en el poder.

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