Historias

«Si todos tuviéramos empatía, podríamos lograr más respeto en esta sociedad»: Camilo Gelvez

Camilo José Gelvez Rodríguez es un veterinario ibaguereño de 29 años egresado de la Universidad del Tolima. Actualmente, es profesor catedrático de la Corporación Universitaria Remigton y tiene a su cargo dos emprendimientos, el primero consiste en plantas de abonos orgánicos y el segundo en cultivo de material forrajero, o lo que se conoce como heno.

Aparte de los animales y las fincas, a Camilo le apasionan las motos. Gracias a ellas ha sentido una libertad que nunca la había experimentado y la adrenalina que generan lo hace sentir mucho más vivo. Sin embargo, el 15 de agosto de 2020 una de las cosas que más le gustan en la vida casi causa su muerte. Luego de un accidente en moto sobre una curva a altas horas de la noche, Camilo estuvo en coma por 15 días. Esta es su historia.

¿Cómo fue aquel día del accidente?

Yo digo que el destino es fuerte, porque a ti te puede mostrar múltiples señales. Yo he tenido varios accidentes y siempre ha habido señales, en especial, este último que tuve. Visité varios predios, uno de esos es de unos amigos, quienes me invitaron a quedarme allá porque era viernes, pero no lo hice. Llegué a la finca, donde están los cultivos y la planta de abonos, y ahí me encontré con mi papá. Pude haberme quedado en la finca, pero tenía que ir a recoger cartera de una distribuidora de huevos que había abierto en pandemia y tenía el compromiso de cumplirle a ciertos clientes. Luego, saliendo a cinco o seis kilómetros de Venadillo, adelanté dos vehículos y, después de una curva un poco cerrada, estaba otro vehículo estacionado sin luces y señales…colisioné en seco con él.

¿Qué ocurrió luego de la caída?

En el hospital de Venadillo vieron que mi hígado había estallado, tenía múltiples afectaciones en las costillas y el diafragma también había empezado a colapsar. Luego, ingresé al hospital Federico Lleras con un shock hipovolémico y entré en coma hasta que desperté a los 15 días. Lo que no me dejó dormir en el trayecto entre ambos hospitales era el pensar en que me quería despedir de mi mamá antes de partir.

¿Qué sintió cuando estaba inconsciente?

A mí me operaron seis veces, la primera para intentar parar la hemorragia por el estallido del hígado y las demás para poder tratar las afectaciones que tenían el diafragma, el tórax y las clavículas. Y en unas de ese recuerdo sentir cómo entraban las manos en el abdomen, cómo acomodaban los órganos y cómo se sentían frías las manos y el aire acondicionado. También, recuerdo algunos destellos de las luces de la camilla del quirófano y escuchar algunas voces. Realmente, estuve más muerto que vivo durante cuatro días que estuve abierto en un quirófano donde no podían parar la hemorragia.

¿Qué pasó cuando despertó?

Cuando desperté no me podía mover para nada, solo el dedo gordo derecho. Me dijeron que iba a durar seis meses en cuidados intensivos, pero solo duré algo más de un mes y me pasaron a piso casi dos meses. Me dolía moverme, de hecho, no me podía parar, yo salí en silla de ruedas. Las primeras terapias fueron para intentar fortalecer un poco de abdomen y poderme parar de la cama. Salir de ahí no fue fácil.
Al pasarme a piso y volver a estar en un baño casi que por mis propios medios y verme al espejo, me vi raquítico, en los huesos, calvo, con los pómulos totalmente decaídos, con heridas en la cabeza, todavía tenía heridas abiertas en el tórax y todo esto con múltiples laceraciones. Yo pesaba 90 kilos y bajé 38 kilos.

¿Qué se le pasó por la cabeza cuando se vio así en el espejo?

Cuando me vi al espejo otra vez después de no verme casi durante dos meses, me sentí como cuando muestran en las películas a las personas que sufren de un cáncer o cáncer terminal y que están en medio de su tratamiento con quimios o con yodos. Verme así, totalmente caído y alopécico.

Yo no comprendía mucho lo que sienten las personas que tienen depresión, pero en ese momento la viví en mis propios huesos. Tuve en los primeros tres meses una depresión muy fuerte. Me medicaban para poder dormir, pero eso sí, era por los dolores. Esos medicamentos también se los dan a las personas que tienen depresión.

¿Sigue montando en moto?

Sí.

¿Por qué?

Porque no hay que temer a vivir. Yo tenía varias motos y paradójicamente me accidenté en una moto pequeña, siendo que yo tenía una muchísimo más grande. Hay un dicho ahí entre motociclistas o moteros que dicen que hay dos tipos de motociclista en la calle: los que se han caído y los que se van a caer, entonces, eventualmente, te das accidentar y es un riesgo con el cual siempre corres. Sin embargo, ahora soy mucho más cauteloso.

En el accidente no estaba desbordando ningún límite, ni nada, pero pues todo se dio esa noche. Un carro varado sin señales y la moto tal vez no alumbraba lo suficiente, eso ayuda a que yo asumiera gran parte del impacto.

¿Qué tipo de reflexión le dejó esa experiencia traumática?

Digamos que ahí es cuando empiezas a comprender y a ser un poco más empático con las personas que tienen ese tipo de problemáticas (depresión). Muchas veces los que tienden a entender esas circunstancias son las personas que han pasado alguna vez por algo similar o han tenido tacto con ese tipo de situaciones, entonces, sí fue una gran bofetada de la vida y aprendí muchísimo de eso.

Siento que lo que más nos falta a todos nosotros es empatía. Si todos tuviéramos empatía, podríamos lograr más respeto en esta sociedad, no estaríamos muy enfrascados en algunas disyuntivas que son muy parciales y superficiales. En algún momento me gustaría crear una fundación, pero por ahora he estado ocupado de tiempo.

¿Qué gesto empático ha tenido con la comunidad?

En pandemia, cuando tuve un inventario más grande de huevos, pude haberlo vendido, pero decidí donarlo al Jardín de los Abuelos. También, siento afinidad por ellos porque son personas de las que realmente se han olvidado y cuando estuve en la UCI sentí lo mismo, era como estar en el punto en el que ellos van a estar en algún momento: no podía hablar, solo medio escribir en una hojita y nunca me entendían. Las condiciones del entorno de una UCI son totalmente adversos y ajenos a lo que es la cotidianidad y la realidad, allá puedes estar mal, pero hay alguien peor; hay muchos que no comprenden eso.

También, en pandemia compré comida e hice más de cien cenas y salí a repartirlas a las personas en condición de calle. Quise colaborar con la sociedad, pensé que iba a ser más fácil, pero se escondían o no salían. Después de que se salían uno o dos por diferentes zonas, pues empezaban a salir más.

¿El querer servir está relacionado con su vocación en la docencia?

Sí. Me agrada. Me gusta la parte social. El querer servir me apasiona. Es una manera de poder llegar a diferentes personas y de poder inculcar algo.

Camilo Gelvez en clase práctica con estudiantes de la Corporación Universitaria Remigton.
Gabriela Casanova

Gabriela Casanova

Periodista en formación – Universidad de Ibagué
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