Anécdota viajera: Matar o Dormir
Era una tarde de verano y hacíamos un viaje por la histórica Italia. Llegamos a la ciudad del Renacimiento a medio día, hicimos check-in y salimos a almorzar.
Estábamos agotados, así que cómo los días eran largos, decidimos volver al hotel a descansar y salir a caminar cuando bajara el sol. El calor era realmente infernal, así que antes de recostarnos abrimos las ventanas de par en par: lindas ventanas de madera que se abrían ante nuestros ojos, mostrándonos una hermosa visual de techos rojos y culatas desgastadas… bueno, realmente no era tan hermosa, ¡pero al fin y al cabo era Florencia!
A las 6 de la tarde salimos a recorrer la ciudad; vimos el atardecer, comimos pizza y en la noche volvimos ya para dormir. Seguía haciendo mucho calor, así que dejamos las ventanas abiertas, y nos dispusimos a disfrutar de nuestro placentero descanso…
Pero lo peor estaba por venir y no lo sabíamos. De repente comenzaron a escucharse unos zumbidos. Zancudos que iban y venían, ¡y que agresivamente se acercaban a nosotros y nos picaban!
Con toda la calma del mundo, y ante semejante expresión de la naturaleza, cerramos las ventanas y nos dispusimos a matar ese par de zancuditos para poder seguir durmiendo.
Quique agarró un zapato y mató al primero, pero en ese instante descubrimos (para nuestro desconsuelo), que en las paredes ya había huellas, tal vez de huéspedes que anteriormente habían pasado.
Después de aniquilar el primero, llegó el segundo, luego el tercero y luego empecé a intervenir yo, en busca del cuarto, pero no hay quinto malo, ni sexto que aguante… y de repente la habitación se convirtió en un campo de batalla.
¡Poco a poco eso ya era una competencia entre Quique y yo, a ver cuál mataba más! (Obvio gané yo)
En esas nos dieron las 4 de la mañana y alcanzamos a dar de baja a más de 15. Por fin el cansancio nos venció y arropados hasta la cabeza solo esperamos a que amaneciera para poder escapar.
Pero toda historia tiene su lado bueno, así que nuestro único consuelo era saber que por lo menos estos zancudos, eran descendientes de los zancudos que habrían picado al mismísimo Dante Alighieri o Miguel Ángel.