Mal parqueados
La recuperación del espacio público ha sido una deuda pendiente que como tal, viene creciendo, no me refiero a los vendedores informales del centro de la ciudad, por lo menos no exclusivamente, que esta semana fue objeto de controversia -que no debería serlo-, y el debate no fue por la recuperación parcial de la carrera tercera y las estrategias para optimizar el espacio en beneficio de la economía local y la garantía de los derechos de todos (el deber ser), sino que fue por la “pelea personal” entre esta y la anterior administración (el ser) y entonces la anterior -administración- con la de más atrás y así per sécula seculórum, en un viaje al pasado, hasta que se nos olvida – o nos desinteresamos- de lo fundamental: la raíz del problema y cómo conjurar el caos local. Debería ser una oportunidad para impulsar la formalidad y organizar el comercio de la zona, pero politizan tanto la acción como la inacción.
Hablemos del otro problema de ocupación del espacio público, que contribuye, en gran medida, en la congestión vial local y son los mal parqueados en las calles, como si Ibagué se hubiera convertido en un gran parqueadero público y ¡gratis!, claro, para los que se estacionan, no para el conjunto de la sociedad que nos cuesta, sobre todo en términos de competitividad.
Avenidas y calles completas con vehículos parqueados a lado y lado, impidiendo el tránsito de todos -peatones, ciclistas, vehículos- y dificultando la movilidad, a la vista (“gorda”) de las autoridades que, al parecer, no hacen nada y, si lo están haciendo, poco disuasorios resultaron ser. La Cepal en su publicación: “Congestión del Tránsito. El problema y cómo enfrentarlo”, señala que “la congestión es un freno para el desarrollo porque entraba la eficiencia económica e impone sobrecostos que encarecen todas las actividades”, además de alejar la inversión y quitarle el atractivo a la ciudad para cualquiera que sea el impulso que se le quiera dar.
Adicional a lo anterior, genera como resultado dos problemas -causa y consecuencia-, una interdependencia en términos de costo y oportunidad, por un lado, ausencia de control que incentiva el uso de la calle para parquear y, por el otro, poca oferta de parqueaderos en la ciudad, esta última una consecuencia de mercado, porque si no hay demanda, poco interés en tener una mayor oferta. En otras ciudades (Medellín y Ámsterdam, por ejemplo) parquear en la calle es más caro -que un parqueadero tradicional-, cobran por ello, un desincentivo a usar el espacio público, pero a la vez, una oportunidad para recibir ingresos para el municipio. Una oportunidad (desaprovechada) para gestionar la movilidad.
No es solo el desorden y la sensación (también realidad) de ausencia de autoridad, son los costos asociados a la falta de gestión en la movilidad, entre otros, mayores tiempos de desplazamiento, más contaminación y mayor accidentalidad vial, entre muchos otros, que perjudican a una ciudad, ya de por sí, necesitada de más competitividad para impactar e incidir en los indicadores económicos locales. Es todo un ecosistema de evolución (o involución, depende cómo se mire), en el desarrollo económico y social del municipio, en el que se está en mora de corregir. Por supuesto, también es un asunto de inteligencia vial y cultura ciudadana.