Historias

«Me compré una cámara fotográfica y ese fue mi primer amor»

Gabriela Casanova

Gabriela Casanova

Periodista en formación – Universidad de Ibagué

Ángela María Toro Tamayo es una ibaguereña de 45 años quien ha dedicado la mayor parte de su vida al arte. Se graduó en el 2004 de la Universidad de Florida Central como profesional en Bellas Artes con especialización en escritura de guiones, dirección y producción de cine. Asimismo, trabajó en la productora Ondafilms en el sector de ventas relaciones públicas y en producción de comerciales desde el año 2004 hasta el 2013. Después, decidió ser fotógrafa freelance y creó su propia compañía de fotografía. Gracias a su empresa, trabajó como fotógrafa y reportera de Sony Music, Raro films, Miami Herald, Mercado de Dinero, entre otros. Actualmente, es productora y asistente de dirección artística y ejecutiva de Victoria´s Ballet School, una escuela de ballet de la ciudad de Bogotá. Asimismo, es directora y profesora del programa infantil de la institución.

Ángela Toro junto a Alejandro Sanz

¿Cómo surgió tu gusto por el arte?
El gusto por el arte surgió al ver que no entendía otra cosa diferente a las historias que me brindaba la literatura y los materiales con los que se juega en el arte. No se me da la academia. Para mí las matemáticas es como mirar jeroglíficos o los caracteres del mandarín… No los entiendo y no tengo el interés suficiente para querer descifrarlos.

¿Qué te llevó a escoger el cine?
Empecé por Comunicación Social y Periodismo, pero me aburría la política, y las fechas me abrumaban; también, cuando me tocaba la clase de historia, pensaba en los personajes más que en los hechos. Entonces, perdí mi segundo semestre en La Sabana, así que, mi mamá me ofreció ir a pensar qué quería de la vida en Londres.

Cuando me llamó a preguntarme, le dije que quería ser actriz, pero ella me dijo que las actrices de pronto tenían que acostarse con los directores para obtener el papel principal y le dije: «Entonces, quiero ser directora». Aclaro, lo dije en chiste. Al poco tiempo, mi madre me mandó desde Colombia un fax con el pénsum de la carrera de Dirección de Cine de UNITEC, me gustaban los nombres de todas las materias.

Ya cuando había estado en un laboratorio de revelado por 3 años y había cortado las películas a mano, salió la fotografía digital. Le gané al dueño de la universidad en un juego de squash para que todos practicáramos la nueva tecnología con un computador moderno. Sin embargo, me aburrí de que las historias que desarrollábamos eran muy abstractas. Nadie las entendía. Yo quería cambiar el mundo, disuadirlo, y ¿cómo podía hacerlo si nadie entendía lo que decía?

Entonces, ¿qué hiciste para hacer lo que de verdad querías?
Yo quería algo que se llama Mainstream cinema, que es cine comercial; donde la mayoría de la gente entiende el mensaje y, de esta forma, puede divulgarse por más rincones del mundo. Entonces, decidí ir a estudiar a Estados Unidos. Yo iba a vivir en Florida, por lo tanto, debía aplicar en una universidad de la capital Jacksonville o en la Universidad de Florida Central (Orlando) para estudiar Dirección de cine, a la cual se presentaban más o menos 500 personas y solo pasaban 20 cada año. Apliqué con un material que hice en UNITEC, Bogotá. Nunca recibí la carta, no me escribieron, entonces, yo decidí llamar para saber si me habían rechazado. Me contestó el decano de la facultad y él me dijo que sí me habían aceptado, que era la primera latina dentro del programa. Luego me enteré que la asistente personal de Sterling Van Wagenen, quien era el decano de la facultad de ese momento, había decidido no mandármelo porque no quería latinos en el programa.

¿Cuál fue tu primer trabajo luego de graduarte?
Mi primer trabajo después de la graduación fue en Pigeon Productions, luego le cambiamos el nombre a Ondafilms. Fue un amigo a decirme que conocía una productora y yo le dije que por qué no me entrevistaba. Estando allí, hablé con una conocida que me dijo: «Ay la verdad estoy cansada de entrenar gente en esta industria, pero te voy a poner un reto. Mi pareja es artista y a ella le hubiera gustado exhibir en el Design District de Downtown en Miami. Si tú le consigues una galería que quiera exhibir su arte, yo te doy la oportunidad de trabajar conmigo y enseñarte de la industria». Fui al Design District, que es un círculo social bastante cerrado; le conseguí no solo la galería, sino proyectos de diseño de interiores de paredes con un gran diseñador de Miami. Pasó el mes y la señora se dio cuenta de que me las arreglaba sola, por lo tanto, me dio la oportunidad de trabajar con ella.

¿En qué consistía?
Debía vender el trabajo de directores. Tenía que ir a agencias de publicidad a mostrarles el trabajo cinematográfico de directores de cine y allí miraban si en alguno de sus productos podrían usar las propuestas. Yo iba de agencia en agencia; Chicago, Los Ángeles, New York…Me iba sola con unos DVD y tenía reuniones con los directores creativos. La compañía floreció conmigo, ya que empezamos a trabajar con agencias con las que antes no teníamos contacto.
En mi trabajo me di cuenta de que no quería estar en un set como directora de cine, porque no soy muy paciente, me gustaba más ser productora ejecutiva. Además, ayudaba a conseguir los elementos de preproducción del rodaje. Ese fue mi trabajo por 10 años.

Después de ese primer trabajo, ¿qué fue de tu vida?
Después de unos años, decidí terminar como freelance porque la vida en producción es bastante pesada, me levantaba a las 6 de la mañana y me acostaba a las 11 de la noche. Yo estaba casada desde los 23 años y mi esposo quería familia. Entonces, yo dije que me iba a ir de freelance, me compré una cámara de fotografía y ese fue mi primer amor. El cine es fotografía en movimiento y yo soy fotógrafa de naturaleza, no de profesión, nunca le he dedicado el estudio desde que salí del cuarto oscuro. Pero soy fotógrafa impulsiva, es como tener un hipo que no puedo controlar. Decidí darme una oportunidad.

¿Cuál fue una de esas experiencias como fotógrafa freelance?
Me acuerdo que Luis Palomo estaba haciendo un video musical con Alejandro Carmona. Yo llegué al set y Alejandro estaba con una Gibson. Entonces, me dijeron que me pagaban si le hacía fotos a Carmona con la guitarra. Me puse a hacerle fotos y llegó Alejandro Sanz, él me miraba mientras yo estaba concentrada en Carmona. En un descanso, Sanz se me acerca y dice: «Oye, quiero ver las fotos que estás haciendo». Yo le mostré, y me preguntó: «¿Y tú por qué a mí no me tomas fotos?». Así que yo le dije: «Pues si bailas para mí, yo te tomo fotos». Esto les causó mucha gracia y Carmona empezó a tocar flamenco, mientras que Alejandro hizo algo mejor que el canto, y es bailar; después de eso, le tomé las fotos a Sanz. Al siguiente día, me llamó Sony Music para comprarme los derechos de las fotografías de él; desde ahí, empecé una relación con Sony Music y con Raro Films.

También, estuve con Café Quijano y Chenoa, eso me hizo pensar que la vertiente española estuvo interesada en mi fotografía. Luego me hice fotógrafa del periódico El Nuevo Herald de Miami, y la primera vez que hice un trabajo para ellos, me regañaron porque mi fotografía era muy artística.

Alejandro Sanz en el set del videoclip de «Para que tú no llores». Foto: Ángela Toro

¿Cuáles han sido tus proyectos favoritos?
Mis proyectos favoritos siempre han sido fotográficos porque me permiten ser yo misma. Estaba trabajando para Mercado de Dinero, que era un periódico de Miami y me tocaba ir a acompañar al periodista a entrevistar a personajes importantes. Por ejemplo, fui a fotografiar a Bill Gates, quien estaba en una convención; le dije a Bill que sonriera porque nunca lo hacía, se lo indiqué por señas antes de que él fuera a una tarima. Y ocurre ese instante donde él me mira y se ríe porque yo estaba tratando de tomarle del pelo. Eso es lo que me gusta, los instantes.

Bill Gates en una convención del año 2009. Foto: Ángela Toro

Otra situación fue cuando estaba en el New York Fashion Week, donde me hice pasar por un fotógrafo de revista; entré y estaba tras bambalinas Custo Barcelona, un diseñador italiano. Lo estaban entrevistando y a mí me dio por decirle con mis manos que fuera más alegre porque tenía una cara de amargado, pero Custo pensó que yo le estaba diciendo que tenía algo en la boca, y se tocó la cara. Entonces, esa fue la foto que conservé de ese evento.

Custo Barcelona en la Fashion week de Nueva York. Foto: Ángela Toro.

Cuando has tenido que fotografiar a personas, ¿cómo consigues una conexión con ellas para sacar una buena foto?
Es orgánica. A veces no puedo sacar una buena foto, y una buena foto para mí es alguien que no le importe mi intrusión; ya que apuntar con una cámara es invasivo. ¿Cómo lo logro? Cuando tengo suficiente tiempo como para dejar la fachada a un lado y logro un retrato más sincero, por eso necesito tiempo con el sujeto, un ambiente casi familiar, historias personales y un punto de encuentro, donde el sujeto se identifica conmigo y ve que soy igual de humana a él.

 

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba