Ojalá aprendamos
El anuncio hablaba de una semana, quizás dos, y fue generalizado. Colegios, empresas grandes y pequeñas, casi la sociedad en general, en la inmensa mayoría de los países del mundo, iniciaron una cuarentena como la que no se había vivido en décadas, desde la famosa Gripe Española que, entre 1918 y 1919, dejó más de 50 millones de muertos y alrededor de 500 millones de contagiados. Cien años después repetimos la historia sin que, por fortuna, alcancemos esos desastrosos números del siglo pasado. Un virus, microscópico, imperceptible hasta que nos ha golpeado, desató el pánico generalizado. En Univision, donde soy periodista, todos corrimos a actualizar nuestros computadores portátiles, quienes no tenían recibieron uno, para iniciar una nueva y desconocida etapa en nuestras vidas llamada ‘teletrabajo’. Sin darnos cuenta nos llenamos de miedos hasta el punto en que no volvimos a disfrutar de besos y abrazos, dos de las cosas más maravillosas que tenemos los seres humanos. Literalmente nos encerramos.
Esta semana se cumplió un año desde que la Organización Mundial de la Salud —OMS— declaró oficialmente la pandemia por Covid-19 o Coronavirus, y desde entonces muchas cosas cambiaron.
Hoy la gran pregunta que me hago es si realmente aprendimos a lo largo de estos doce meses, ya que todavía me sorprenden muchas cosas vividas desde que, en la provincia de Wuhan, en China, se diagnosticó oficialmente al primer paciente. Ha sido una época de contradicciones. En muchos países vimos como personas, dominadas por el pánico, iniciaron olas de rechazo contra otras con rasgos asiáticos, como si ellas fueran un peligro inminente para sus existencias. En Colombia y en el mundo vivimos episodios lamentables de persecución y rechazo contra médicos y enfermeras quienes con su trabajo y sacrificio protagonizaron la primera línea de batalla para enfrentar al Covid y salvar nuestras vidas. Los señalaron como si ellos fueran responsables de lo que estaba sucediendo y no la solución. Increíblemente la xenofobia y la estigmatización se expandieron más rápido que el propio virus.
Pero no todo ha sido negativo. Los países se unieron para enfrentar a ese enemigo silencioso; las farmacéuticas trabajaron rápidamente para descubrir unas vacunas que nos ofrecieron en tiempo record. Todos aprendimos que la nueva realidad nos regresó a lo más básico e importante, a nuestros hogares y a nuestras familias. Descubrimos que lo valioso no eran los lujos ni las riquezas sino mantenernos vivos para seguir luchando. Abrimos los ojos para darnos cuenta de que trabajadores humildes y anónimos, que históricamente habíamos ignorado, eran fundamentales para mantener nuestra existencia. Camioneros, aseadores, campesinos, empleados de tiendas de alimentos, entre muchos más, solo pararon unos pocos días y gracias a sus servicios pudimos continuar viviendo.
Esta pandemia nos democratizó como pocas cosas en la vida y nos demostró que todos estábamos expuestos, hasta el punto en que los gobiernos entendieron que había que proteger a los más débiles mientras los demás integrantes de la sociedad, en una inmensa mayoría, aprendimos a respetar el turno. Taxistas en Colombia pusieron letreros en sus carros ofreciendo transporte gratis a trabajadores de la salud; miles y miles de colombianos se volcaron con sus manos generosas para ayudar a quienes se quedaron sin comida en sus despensas.
Reinventarse se convirtió en la palabra de moda durante 2020 y lo que llevamos de 2021, mientras que todos, de una u otra forma vivimos una nueva realidad. Ahora, cuando nos hemos ido adaptando a esta vida y poco a poco las vacunas nos permitirán volver a lo que tanto extrañamos, es importante que nos reinventemos como seres humanos para cuidar este planeta y esta vida que hasta hace un año no valorábamos realmente en su total inmensidad.