Opinión

Tan cerca y tan lento

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

Abogado Esp. Der. Público Uexternado | Mágister en AED y Políticas Públicas usal |Curso Law & Economics Harvard |ExPersonero de Ibagué |Docente U. | #Dignidad

La semana pasada salió una información relacionada con la posible intención de la administración municipal de aumentar el horario del pico y placa en la ciudad de Ibagué, una restricción que a todas luces resulta ser, en el mediano y largo plazo, ineficiente e ineficaz, mientras el parque automotor, que transita en la ciudad, continúa en aumento. Así lo escribí en mi cuenta de Twitter el pasado viernes, porque considero, necesario y urgente, que la ciudad gestione la movilidad -cuando hablo de gestión hago referencia a todas las acciones que implican la generación de eficiencia en el desplazamiento, combinando las necesarias alternativas para lograrlo, que deben desarrollarse en la ciudad. No puede ser la sola inercia del comportamiento de los conductores y las respuestas clásicas al problema, como el pico y placa, para intentar reducir el caos vehicular que viene en ciernes de mucho tiempo atrás. El no hacer nada, en este caso, no es una opción.

Independientemente de si la medida de ampliación al pico y placa es cierta o no, sí debe empezar a ejecutarse una solución, definitiva, con relación a la creciente congestión vehicular en Ibagué. El pico y placa inicialmente se adoptó en Bogotá a finales de los años 90´s, tendiente a reducir el alto tráfico vehicular en las horas pico. Este primer elemento de la restricción debe contener un análisis básico y es un estudio que determine las horas pico y las horas valle en tráfico urbano: ¿Existe en Ibagué? ¿De qué año? o mejor, ¿Existen horas valle en los días de restricción?

Esta restricción, en principio, debe ser de orden temporal y a corto plazo -de mitigación-, más no definitiva, mientras se adelantan acciones que busquen solucionar el problema, tales como: i) la planeación y ordenación del territorio en línea de alcanzar el objetivo de ciudad; ii) el impulso y la promoción de alternativas a la movilidad y la infraestructura necesaria para impulsarlas, lo cual es una consecuencia directa de la planeación; iii) control al espacio público; iv) mejoramiento de la malla vial, entre otras. Acciones, todas, que permitan resolver el problema, porque entre otros factores, la situación actual genera un efecto externo negativo a las actividades económicas que se adelantan en la ciudad y son claves para el desarrollo, es una interdependencia.

Vivimos “la tragedia de los comunes”, teoría de Garrett Hardin, publicada en 1968, que, a propósito, ya conocemos el resultado de la medida, pues ha venido ocurriendo en Bogotá desde que se comenzó a evaluar la implementación de la restricción. Según Hardin, “cada hombre esta encerrado en un sistema que lo impulsa a aumentar su ganado en forma ilimitada en un mundo limitado”. El aumento del parque automotor hace que el “pico y placa”, con el paso del tiempo, vaya perdiendo su efectividad en cuanto a la solución del caos vehicular, llegando entonces a restricciones más agresivas de tanto en cuanto, en perjuicio de la competitividad local.

Por último, un elemento fundamental en la gestión de la movilidad es la implementación del SETP, dado que, respondiendo a su objetivo y diseño, lleva aparejadas acciones necesarias en cuanto a la ordenación del territorio, de manera sostenible y respondiendo a las conclusiones de la pasada cumbre COP26 en punto a las emisiones de CO2 y reducción de gases de efecto invernadero. De ahí la pregunta: ¿Qué pasó con el SETP? Recuerdo que, hace poco más de un año, se “peleaban” en público por el mérito en la gestación del sistema y, hoy, poco se dice sobre el avance en la implementación.

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