Un escudero
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La entrevista que hizo Semana al general Henry Sanabria, director de la Policía Nacional, nos permitió conocer con mayor detalle la calidad humana de la persona que dirige una de las instituciones más importantes de este país en un gobierno de izquierda, presidido por una persona cuyas obras de su vida, no hablan de Dios, ni de santidad. Pero agrada y reconforta un poco saber que en esta institución hay una búsqueda de integridad, de valores y principios en sus miembros, lo que ayudará a que la “línea ética” no sea corrida tan fácilmente, porque cuando la cuestión es por principios y no por conveniencia, es mucho menos factible que se cambie la forma en que se logran los objetivos. Sanabria es un líder que sabe que “Una persona con virtudes y valores es prenda de garantía” porque esas virtudes y valores los hacen “incorruptibles” y contra la corrupción debemos luchar en todas las esferas de nuestro país, es la realidad.
Sin embargo, sus prácticas religiosas, que son mucho más férreas que las practicadas por directores anteriores de la institución, llegan a ser llamativas, mientras sus vivencias producen escalofríos. Contó haber tenido encuentros reales y de frente con el mal, ha hecho parte de rituales de exorcismo y, como hombre fervorosamente católico que cree que Dios es la única fuerza que no se puede vencer, guía cada una de sus acciones con crucifijos y pasajes de la biblia. Esto puede sonar disparatado para quienes no son católicos, pero para nadie es un secreto que los carteles de la mafia y, en general, el hampa de nuestro país, se ha respaldado siempre en métodos que van de la mano con lo sobre humano, pasando por la brujería, la santería y hasta lo religioso. Recordemos la novela de Fernando Vallejo, La virgen de los sicarios (1994), que nos contó cómo una iglesia de pueblo en la Antioquia de los años 90, se convirtió en el centro de peregrinación de los sicarios para ser eficientes y acertados en su trabajo. A través de los años, hemos escuchado en medios de comunicación y en el relato popular, que los cabecillas de los carteles y de los grupos armados al margen de la ley, se escudan o protegen a través de ritos satánicos o de brujería, de santería o tienen algún santo al que rezan con devoción, por eso, Sanabria considera necesario que la fe esté presente en cada una de sus acciones y en las de sus hombres, porque a ellos quiere protegerlos.
Su posición frente a lo ocurrido en San Vicente del Caguán, puede traerle varios inconvenientes, sobre todo porque reveló que el famoso término “cerco humanitario” utilizado por el ministro del Interior, fue una exigencia hecha por la comunidad indígena para liberar a los policías con vida, por eso se alteró la narrativa. Esta declaración evidencia que fueron los indígenas, quienes se encontraban al margen de la ley, los que tuvieron la situación bajo control. Aunque, amparado en el artículo 169 del Código penal, sabe que lo que se produjo allá sobre los 78 policías y la comitiva de ministros fue un secuestro. Sin embargo, está de acuerdo con el manejo que se le dio a la crisis, considera que no haber disparado, fue lo mejor. Y de eso no hay duda, porque ¿Qué podrían hacer policías desarmados frente a indígenas que los superaban en número y en capacidad armamentista? Era claro que no podían defender a nadie, básicamente porque fueron llevados a la zona sin armas, sin munición, porque serían apoyo para el Ejército, que estaba en la zona tratando de controlar la situación que los sobrepasó el 18 de febrero, cuando solicitaron apoyo del Esmad, apoyo que resultó ser insuficiente.
El general Sanabria sabe que muchos delincuentes como Iván Márquez y Jesús Santrich se esconden en Venezuela, pero no quieren pedirle a Nicolás Maduro que los entregue o extradite, quieren capturarlos. La pregunta es ¿Cómo lo harán si, como lo dijo el mismo general, la policía y el ejército no tienen incidencia en territorio fuera de Colombia? ¿Será que espera que regresen al país para actuar mientras ellos, desde donde están, siguen moviendo los hilos de las disidencias sin piedad? ¿O será que, cuando lo consideren pertinente, entrarán al territorio que hoy es amigo y harán cumplir nuestra ley capturando a unos fugitivos?
Para Sanabria, el presidente Petro es un cumplidor de la Constitución y la ley, por eso lo acompaña desde el cargo, encargándose de que todos los miembros de la institución actúen. No los siente desmoralizados y entiende por qué el país se encuentra en mora con la erradicación de cultivos ilícitos: culpa del cambio de gobierno, aunque nunca había pasado que, en el primer mes del año, no se erradicara una sola mata. Se muestra respetuoso del aborto porque la ley lo permite, pero es evidente que sus creencias religiosas lo conflictúan frente a este hecho al ser un hombre que, al parecer, solo aplica métodos de planificación familiar naturales, porque hasta el uso del condón está fuera de sus posibilidades. Por la comunidad LGTBIQ+, acorde con su religiosidad basada en el amor, siente respeto y recuerda que el artículo 16 de la Constitución permite el libre desarrollo de la personalidad, pero no oculta su preocupación al contar que el 47 % de las Fuerzas Armadas pertenecen a esta comunidad y que la mayor parte de ellos se encuentra en la policía, donde está la cantidad más grande de contagiados de VIH en las fuerzas. Confiemos en que el sistema de salud que los cubre, cuente con campañas de educación que les permitan continuar con su vida posterior al diagnóstico, además, que pueda atenderlos correcta y dignamente cuando la enfermedad se desarrolle.
Está en desacuerdo con sacar a la Policía del Ministerio de Defensa. Considera que tener una misma línea de mando para las cuatro fuerzas del orden es una fortaleza que no se debe perder.
Después de escucharlo y aunque no esté de acuerdo con la totalidad de sus ideas, el general Henry Sanabria parece un buen hombre, quien basa su vida en el respeto por sus creencias y en cumplir con la misión que le fue encomendada. Confiemos en que eso sea suficiente para que el presidente Petro quiera mantener a su lado a quien parece ser un fiel escudero quien, además, tiene interés en trabajar por el país, desarrollando la institución.