Historias

A Ibagué yo la recuerdo

Luis Carlos Rojas García

Luis Carlos Rojas García

Escritor

Una de las canciones más hermosas que se han podido escribir sobre Ibagué, en mi opinión, es: A Ibagué yo la recuerdo, interpretada magistralmente por Tomás Alberto Latino Spitale, más conocido como Tomás Latino, aunque no desconozco canciones como: Ibagué sueño encantado, Ibagué tradicional, Porro Ibagué y muchas más que, al igual que la canción antes nombrada, son encantadoras y retratan a nuestra ciudad musical en medio de lunas, ríos, melodías, mitos y leyendas.

No obstante, me gusta A Ibagué yo la recuerdo por su tinte de tango y por la manera cómo habla de esa Ibagué que pocos recordamos, la plaza de mercado la 21 en donde había un cementerio y en donde se acababa la ciudad, el palo de mango, la torre de la sirena, que aún existe por supuesto pero que ya no tiene tanto significado como antes, la estación del tren y otras edificaciones y monumentos que con el paso del tiempo no son más que un recuerdo vago de quienes tenemos un poco de memoria.

Pues bien, Tomás Latino describe una Ibagué que definitivamente ya no existe puesto que la modernidad se tomó a la ciudad y, pese a sus atrasos en varias materias, Ibagué sigue su camino entre las montañas que la rodean y las malas administraciones que la tienen estancada. Sin embargo, la ciudad musical tiene de todo para ser prospera, pujante y sin lugar a dudas turística, más allá de ser un buen vividero.

Su río Combeima y el cañón que lleva el mismo nombre es un claro ejemplo de su atractivo si le diera un mejor manejo. Lo mismo el título que tiene la ciudad en cuanto a la música. Sin dejar de lado la gastronomía de la ciudad que es muy buena. Todo en Ibagué funciona para que con una muy buena administración alejada de la corrupción y la politiquería populista y sin mayores resultados, salga adelante.

Por esta razón, debo decir que Ibagué no necesita a los Jaramillo, los Barreto, los Botero, los Hurtado a los Rodríguez entre otros, como tampoco necesita a esos periodistas de la vieja escuela que se acostumbraron a sus torcidos y chanchullos, ni a los periodistas de ahora que quieren seguir los malos ejemplos, y mucho menos necesita a una población fría e indolente y sin el más mínimo sentido de pertenencia.

Por el contrario, Ibagué necesita a personas que quieran trabajar por ella, que deseen realmente adecuarla para que siga haciendo frente al presente siglo con todo y pandemia. Ibagué necesita florecer como florecen sus Ocobos, hacerle honor a su nombre de ciudad musical. Ibagué nos necesita a todos y cada uno de nosotros, sin importar la profesión u oficio. Los retos que tiene la ciudad y su gente son grandes para que más adelante podamos escuchar que a Ibagué la recordamos como ese lugar especial de Colombia ejemplo de pujanza y de la verdadera fuerza Pijao que va más allá de un equipo de fútbol y que vive en cada uno de sus ciudadanos.

En resumidas cuentas, y como lo dicen los cantores, Ibagué necesita ser amada de verdad, como la ibaguereña que es, con la piel color de melón y las mejillas nacaradas, con la boca igual que las tunas como entre roja y morada, con ese hermoso cuerpo cual cañas y sus ojos de sol que le dan calor al alma de todos los que estamos fuera de la patria y lejos de nuestro hogar tolimense.

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