Opinión

A Jorge Oramas No lo mató el Coronavirus, pero…

José Aníbal Morales Castro

José Aníbal Morales Castro

 
La humanidad se enfrenta al reto de sobrevivir en medio de una crisis que evidenció la ruptura del equilibrio ambiental.
 
 
Yo pisaré estos campos sobreviviendo
Todos frente al peligro sobreviviendo
Tristes y errantes hombres sobreviviendo
Sobreviviendo
Víctor Heredia, Canción Sobreviviendo
 
Pascualino era un arribista y aprendiz de mafioso, así que probablemente no le costó mucho hacer lo que hizo para sobrevivir en un entorno en el que la muerte solo dependía del arbitrio de cualquier jefe nazi. Él vivía bajo los ardores del fascismo en su Italia natal. Huyendo, al desertar del ejército que se dirigía a combatir a los soviéticos, se encontró de pronto confinado en un campo de concentración. Seducir y hacer el amor con un “monstruo” nazi, no por sus medidas sino por sus aberrantes acciones, no fue nada.
 
Escaló, hasta señalar, para sus amos, a quienes debían morir o vivir, sin importar si eran sus amigos. Uno de estos prefirió lanzarse a una piscina de ácido sulfúrico, antes que delatar o matar a los suyos. Mató a su mejor amigo, cuando los nazis se lo ordenaron, para salvar su pellejo. Finalmente, al terminar la guerra, pudo salir con vida del campo de concentración. ¿Vivió o sobrevivió? El dilema quedó así nítidamente planteado, en la película “Pascualino siete bellezas”, de Lina Wertmuller (1975).
 
El hombre que se lanzó a la piscina, había hecho una declaración de principios unos días antes, misma que lo comprometía a tomar la decisión suicida como único camino digno, en medio de la ignominia nazi-fascista:
«Dentro de 300 años los hombres se asesinarán unos a otros, se aniquilarán, matarán por un pedazo de pan, cometerán masacres, matarán por una manzana, y el mundo acabará. Es una pena porque yo creo en el hombre (…) pero en un hombre diferente que tendrá que empezar a existir, un hombre que sea de verdad, realmente civilizado (…), no esta bestia que ha sido dotada de inteligencia y ha traído la destrucción total solo con romper el equilibrio de la naturaleza. Creo en un hombre con valores (….), esa es la única esperanza».
 
En la Guerra de Troya, Agamenón el gran jefe de los ejércitos aqueos se somete a los designios del oráculo con el fin de salvar a su pueblo (o alcanzar la gloria), permitiendo el sacrificio de su bella hija Ifigenia para complacer a los dioses. Logra entonces volver a su patria. Sobrevivió, pero a qué costo.
También son sobrevivientes, en otro sentido, hombres y mujeres que han dejado honda huella en la humanidad, gracias a sus realizaciones. Espartaco, El Cid Campeador, Américo Vespucci, Galileo Galilei, Bolívar y Nariño sobreviven en la memoria de los pueblos. Serán inolvidables las gestas de Rosa Parker, de Martin Luther King, de Mohamed Ali, de Nelson Mandela, de Manuel Zapata Olivella, de Francia Márquez cuyos nombres sobrevivirán a los siglos porvenir, dada la trascendencia de sus actos en favor de los derechos de los negros en África y de la población afrodescendiente y excluida en América.
 
Jorge Enrique Oramas murió. “El profe” fue asesinado por los enemigos de la vida, por los afiebrados perseguidores del oro y de cualquier riqueza minera enclavada en las entrañas de nuestra madre tierra. “Papá semillas”, como le llamaban sus cercanos, se dedicada a sembrar la tierra con amor, a difundir las ventajas de la agricultura orgánica, a resaltar el valor del aire limpio y del verde de los Farallones de Cali. No estaba en contra de nadie sino a favor de la seguridad y de la soberanía alimentaria, de respetar y hacer respetar el equilibrio hombre- naturaleza. Sabía, como ya antes lo supo el amigo de “Pascualino”, que esa ruptura es la que ha ocasionado la desgracia de la humanidad. Su vida solitaria, rodeada de naturaleza pura, da la clara idea de que no estaba arredrado por el miedo, no temía a los señores de la guerra que cerca de él deambulaban ni a la pandemia que aterraba a la humanidad. Vivía en sincronía con la madre tierra.
 
Junto a Jorge Oramas sobrevivirán en la memoria de los amantes de la vida, de la naturaleza y de la paz, los nombres de Carlos Aldario Arenas, “defensor de la Ruta del Cóndor”, en el Páramo de Santa Isabel; de Yamid Alonso Silva, guardabosques de la Sierra Nevada del Cocuy; Winton Fauder Orrego, guardabosques de la Sierra Nevada de Santa Marta; la bióloga Natalia Jiménez y el antropólogo Rodrigo Monsalve, jóvenes ambientalistas que se acababan de casar, todos ellos asesinados, increíblemente, por ser defensores de la tierra, de la ecología, del medio ambiente. Ya durante 2019 al menos 106 líderes sociales habían sido asesinados en Colombia y de ellos muchos eras líderes ambientalistas indígenas, afrodescendientes, campesinos.
 
“Tengo un poema escrito más de mil veces
En él repito siempre que mientras alguien
Proponga muerte sobre esta tierra
Y se fabriquen armas para la guerra
Yo pisaré estos campos sobreviviendo
Todos frente al peligro sobreviviendo
Tristes y errantes hombres sobreviviendo
Sobreviviendo…”
 
El sociólogo Oramas habría explicado con su sencillez habitual la relación causal entre la destrucción del planeta y el coronavirus. No le sería difícil explicar por qué es en las grandes ciudades con tantas “villas miseria”, “favelas” o “tugurios”, en las que el virus ha hecho su fiesta mortal. Y también en Nueva York, donde no existen tugurios al estilo latinoamericano pero que lleva en su seno una carga de inequidad y exclusión espantosa, sobre todo para la población inmigrante, los latinos y los afrodescendientes. Desequilibrio, sí, es el resultado de centenares de años de “progreso” y “civilización”. Algunos han dicho que este el costo del progreso, del desarrollo, que no hay nada qué hacer, que en la sociedad capitalista, consumista, cada uno debe abrirse paso, como lo dijera Darwin sobre la vida animal, al estilo de la “selección natural”, unos viven y otros mueren. Incluso si es necesario sacrificar a los más ancianos para que vivan los mas jóvenes, pues ¡ya vivieron suficiente! (recordar las ideas del singular gobernador de Texas).
 
Los ancianos, justamente los mayores, guardados cual objetos, encerrados cuidadosamente para garantizar su protección del virus depredador que la bestia humana ha generado de alguna manera, ellos pagan los platos rotos. Apenas sobreviviendo. Y los niños, encerrados, confinados, con la escuela en casa. Sobrevivientes.
 
“Cuanta tragedia sobre esta tierra
Hoy que quiero reírme apenas si puedo
Ya no tengo la risa como un jilguero
Ni la paz de los pinos del mes de enero
Ando por este mundo sobreviviendo
Sobreviviendo”
 
Y sobrevivientes también los miles de millones de personas que sacrifican su libertad para garantizar un poco de seguridad, de salud y de vida. Pero, ¡a qué costo! Apenas sobreviviendo, no hay lugar para el análisis crítico. Las mayorías aceptan las medidas de confinamiento tomadas por los gobiernos, que van sintiendo y asumiendo que los pueblos les enajenan el poder para que hagan con él lo que les parezca (emergencia nacional, sanitaria, económica), sin tener que rendir muchas cuentas, eliminando de un solo golpe los viejos principios políticos de los pesos y contrapesos, de la separación de poderes, del control popular y soberano a los actos del ejecutivo. Trump, Bukele, Putin, Orban, Lukaschenko, Bolsonaro, Ortega, Maduro, Xi Jin Ping, Duque, entre otros, son buenos ejemplos. La puja por sobrevivir puede pasar una factura muy costosa a la democracia y a los ideales de quienes aún creen profundamente en la soberanía popular. Se va creando un espacio favorable a las tendencias dictatoriales, autocráticas, fascistas.
 
“Quiero la vida de mi simiente
No quiero ver un día manifestando
Por la paz en el mundo a los animales
Como me reiría ese loco día
Ellos manifestándose por la vida
Y nosotros apenas sobreviviendo
Sobreviviendo”
 
Otros protestan aquí y allá, en las calles, forzados por la necesidad insuperable del hambre. No tienen que analizar mucho. Si no salen, mueren. No importa si violan esta o aquella norma de cuarenpena. A cualquier costo. Nada qué hacer. No les importa poner en peligro sus vidas. Sobrevivir es la consigna.
 
Otros más, salen a protestar, incluso con armas de asalto (supremacistas blancos en los Estados Unidos), en defensa de sus libertades, sacrosantos derechos. Pero, en general, son negacionistas. La covid-19 es un cuento chino, alguien creó el virus y ahora se quiere llevar los aplausos del mundo al producir la vacuna apropiada, eso es todo. Una mera gripe. Su voluntad y su racionalidad están ya sesgadas por la alienación que produce el poder en millones de personas. A veces es la religión, a veces es el poder de los medios de comunicación, de las redes sociales, a veces la imagen endiosada de un simple mortal. Sobrevivientes.
 
Los mismos negacionistas, aupados por las grandes empresas y corporaciones, que persisten en describir el desastre ambiental producido por el cambio climático como un invento de los comunistas, son los mismos que hoy, respondiendo a los mismos intereses económico financieros, promueven la idea de que son los chinos o los comunistas quienes han creado el pánico con el coronavirus. Pretenden ocultar que se trata de una cadena con eslabones anclados en el lejano pasado: la destrucción de la población americana por la conquista europea (muchos virus vinieron con ella), los desastres provocados en el planeta por las guerras mundiales incluyendo los efectos de los bombardeos nucleares iniciados en Hiroshima y Nagasaki, el arrasamiento de las selvas y bosques de Indochina (Vietnam) con napalm y todos los químicos que fueron necesarios para concretar el genocidio de pueblos enteros, inútilmente.
 
Noam Chomski lo ha desnudado claramente (“¿Quién domina el mundo?”)
al decir que evitar una guerra nuclear, hasta ahora, ha sido un milagro, pero ella y “…la catástrofe ambiental, literalmente, amenazan la supervivencia digna de la especie”.
Somos sobrevivientes de un sistema económico global para el que consideraciones sobre la disminución de la emisión de gases y reducir el calentamiento global (Protocolo de Kioto, Acuerdo de París), son un juego de niños. Hoy el mismo sistema se hace añicos como consecuencia de un virus generado en el maremágnum que él mismo ha propiciado. Sobrevivientes. ¿Cómo haremos para garantizar más que la mera sobrevivencia, una vida digna y en paz con la naturaleza, el buen vivir? Jorge Oramas y otros ambientalistas nos han dado ideas, puntadas del buen vivir, luces para un ser humano y un mundo nuevos.
Para la vida y la paz, todo. Para la guerra, la violencia y la muerte, nada!
 
Cali, mayo 22 de 2020, en la novena semana de cuarenpena por la pandemia del covid-19, con 18.330 contagiados, 652 muertos y 4.431 recuperados en Colombia, y más de cinco millones de contagiados, 333.000 muertos y 1.952.000 recuperados en el planeta.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba