De militares a mercenarios ¿Qué pasa?
Más allá de toda la especulación que se está generando frente a los 18 colombianos detenidos, 13 de ellos ex militares de nuestro Ejército nacional, por su participación como mercenarios al servicio de intereses políticos, financieros o económicos sobre la empobrecida isla de Haití, creo que debemos hacer una profunda reflexión como sociedad frente a lo que hace el Estado colombiano –y todos- con estos hombres y mujeres que sirvieron a la nación portando el uniforme, una vez dejan su servicio activo en armas.
Es decir, qué tipo de acompañamiento social, psicológico, de apoyo institucional, orientación profesional, de reincorporación a la “vida civil” o de readaptación laboral y personal se está brindando a estos hombres y mujeres. Y no me refiero a lo de Ley, es decir, que salgan pensionados, indemnizados, cuente con un ingreso y servicio médico en general, sino a entender cuál y cómo es la dinámica de una persona que estuvo por 20 años o más acostumbrada a una forma de vida y de repente debe iniciar una nueva.
Hábitos por desarrollar, adaptaciones a otras rutinas, compartir espacios distintos y relacionamientos sociales de otro tipo, sin la disciplina, la rigidez, el adoctrinamiento permanente, ejercicio físico diario, el estar en pie desde las 4 de la mañana, dormir poco, hacer polígono, limpiar armas y demás etcéteras de la vida castrense.
No estoy exculpando lo que pasó con quienes hicieron esa ilegal y demencial excursión en Haití, (que deben pagar por sus acciones ante la Ley) porque sería ligero y leve decir entonces que todos los pensionados o retirados se convierte en sicarios o mercenarios, no. El llamado es a darnos cuenta de la posibilidad de abordar con seriedad un fenómeno como ese y con la debida importancia que merece, luego de ese atroz hecho contra la máxima autoridad de un país. Analizar sino hemos puesto la debida importancia, a propósito de esta era de postconflicto que iniciamos hace unos años a través del acuerdo con las FARC, el componente de las Fuerzas Armadas activas o en retiro, más allá de que comparezcan ante la JEP o digan la verdad para contribuir a la claridad histórica de los hechos. El llamado es que se les vea como seres humanos, que por la particularidad y dificultad de su desgastante oficio requieren un acompañamiento especial, para no ser presa fácil de la delincuencia, de las ofertas del poder macabro para poner sus conocimientos en armas, estrategia, táctica militar y formación al servicio de este tipo de causas nefastas, ilegales e inmorales como las de Haití.
Ya es de público conocimiento que algunos de estos ex militares, con esas capacidades y conocimientos, resultan engrosando grupos ilegales de todo tipo (guerrillas, paras, mafia, delincuencia común); así como algunos otros forman sus empresas de vigilancia o hacen parte de entidades legales para dar servicios de escoltas o expertos en seguridad a multinacionales o entidades nacionales, ya que aún están en plena vida útil entre los 40 o 50 años.
Pero el hecho de que tengamos noticias de ese actuar delincuencial que nos ha puesto en los ojos del mundo por el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moise, nos debe conducir a saber si una parte de esos retirados o pensionados no se están convirtiendo en una masa crítica para la delincuencia internacional, de la cual solo estamos viendo la punta del iceberg, por falta de que les prestemos la atención debida ahora que de la ecuación de la seguridad nacional comenzaron a salir las guerrillas y el combate frontal a ellas, y estaremos generando por descuido un cuerpo ex militar de “armados” que no saben qué hacer, a qué dedicarse, cómo disfrutar de su nueva vida, ocupar su tiempo en algo distinto, que nuevas metas y objetivos trazarse dentro de un marco de la legalidad y el buen actuar.
Así como se ha focalizado la atención –como debe ser- en las víctimas del conflicto armado colombiano y sus familias, es oportuno también hacerlo con los miembros y ex miembros de las Fuerzas Armadas. Qué tal nos llevemos más sorpresas desagradables y ahora se nos cargue el remoquete de ser país exportador de mercenarios.