Ibagué

Emprendimiento Juvenil: La apuesta de la UT con las Tiendas Universitarias

Gabriela Casanova

Gabriela Casanova

Periodista en formación – Universidad de Ibagué

Luego de dos años de pandemia, el proyecto de las mini tiendas universitarias, gestado en 2018 como forma de resignificar los espacios al interior de la Universidad del Tolima, aparece nuevamente. Su propósito es brindar alternativas de sana alimentación dentro de la institución, y apoyar a los estudiantes que tengan emprendimientos para su sustento económico.

«Estas tiendas, además de generar una nueva relación con el espacio, también es un mensaje para que los propios muchachos de la universidad tengan esa primera experiencia de economías propias. Por eso, la universidad ha venido insistiendo en, además de contemplar un escenario de empleabilidad, que ellos sean gestores de su propia economía cotidiana», expresó Diego Polo, vicerrector de Desarrollo Humano.

Uno de estos proyectos de emprendimiento es Tinto parado cultura pijao del Tolima, el cual nació a partir de los conocimientos (en su mayoría ancestrales) adquiridos con caficultores del sur del Tolima. Especialmente, cafés y cacaos orgánicos de Planadas, productos naturales y autóctonos del Tolima como el quesillo de Roncesvalles, y los derivados de panela producida en las veredas de Ibagué.

El colectivo está conformado por estudiantes del programa de Ingeniería en Agroecología del IDEAD, entre ellos Yuliana Lasso y Luis Amaya, quienes, junto a otros compañeros implementaron servicio de domicilios a salones y oficinas al interior del campus. Productos como café especial, frapé, capuchino, miel de abejas, pandeyucas, almojábanas, chucula, chocolate, entre otros, hacen parte del menú de la caseta de este proyecto.

Y es que el proceso para el colectivo no ha sido fácil, pues tan solo 8 días después de haber inaugurado su proyecto, llegó el cierre obligatorio del campus por COVID-19. Esto generó no solo pérdidas materiales por casi dos millones de pesos, sino también daños emocionales, pues los integrantes del colectivo en su mayoría son personas de bajos recursos, quienes viven del rebusque. «Invertimos en bienes de consumo dos millones de pesos. No pudimos devolver la mercancía. La repartimos, la utilizamos nosotros. Nos quedó material en las casetas, luego de un año, volvimos; y las panelas pulverizados y el café ya no servían», afirmó Luis Amaya.

No obstante, gracias a la ayuda de la virtualidad, de las redes sociales, y de la solidaridad de la gente, lograron sortear los días difíciles, que hoy con el regreso 100% a la presencialidad, regresa la esperanza, y desde luego los productos de este colectivo, que poco a poco se consolida como una marca propia y reconocida en la ciudad.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba