Gustavo Petro y la traición al pueblo venezolano: Cómplice de la dictadura de Maduro

El 10 de enero de 2025, el mundo fue testigo de un acto flagrante de complicidad que sella, una vez más, la sumisión de Gustavo Petro ante Nicolás Maduro. El embajador colombiano en Venezuela, Milton Rengifo Hernández, enviado por el presidente Petro, fue uno de los pocos representantes internacionales que asistió a la toma de posesión de Maduro, un acto ilegal y fraudulentamente convocado, al que el régimen venezolano ha recurrido para mantenerse en el poder a costa de la libertad y los derechos humanos de millones de venezolanos.
Este gesto de Petro no solo es una bofetada a la democracia, sino un claro abandono a la causa del pueblo venezolano, que sigue sufriendo bajo la dictadura de un hombre que ha consolidado su poder a través de la represión, la corrupción y el narcotráfico. Al asistir a la investidura de Maduro, Petro no solo se hace cómplice del régimen, sino que también traiciona a aquellos venezolanos que, durante años, han luchado por un cambio real y por el retorno a la democracia en su país.
Petro, que se presenta como un defensor de los derechos humanos y de la democracia, muestra una vez más su temor reverencial hacia un “amigo” que probablemente tiene algo que esconder. Su apoyo a Maduro no es solo una cuestión diplomática; es una señal clara de que no está dispuesto a enfrentarse a un régimen que, por razones que solo él parece entender, sigue tolerando y protegiendo.
La actitud de Petro recuerda a la indiferencia de Poncio Pilato, que se lavó las manos en la toma de decisiones cuando se iba a juzgar a Jesús. Al igual que Pilato, Petro se hace el desentendido frente a las violaciones sistemáticas de derechos humanos y la persecución política que sufren los venezolanos, dejándolos en manos de un dictador sanguinario y corrupto. En lugar de posicionarse como un verdadero líder democrático, Petro ha optado por el silencio cómplice, ignorando las víctimas de la dictadura que, cada día, sufren por sus decisiones.
En definitiva, Gustavo Petro ha dejado claro que sus principios democráticos son solo un discurso vacío. Al rendirse ante Maduro, ha entregado la dignidad y los derechos del pueblo venezolano a un régimen que no solo empobrece, sino que destruye vidas. La historia recordará a Petro no como un líder valiente, sino como un cómplice más de la opresión y el autoritarismo.