Opinión

Ibagué se raja en servicio al cliente

Juan Manuel Díaz

Juan Manuel Díaz

Comunicador Social – Periodista; Especialista en Derechos Humanos y Competencias Ciudadanas de la Universidad del Tolima.

Uno de los discursos más sonados en medio de la mal llamada pos pandemia, ha sido el de la reactivación económica, entendido ello como la puesta en marcha de diferentes acciones que permitan generar dinamismo en los negocios, nuevas oportunidades de proyectos, empleabilidad y ocupación, pero también, una forma de ver de manera distinta la vida laboral: teletrabajo, trabajo en casa, flexibilidad.

Sin embargo, y ante esa imperante necesidad, en Ibagué, algunos comerciantes siguen cometiendo los mismos errores, en lo que respecta a la atención al público y aquello pasa, no solo en el sector privado, sino también en lo público, pues no hay una cultura del servicio bien establecida, como aquella digna de admirar en personas de otras regiones del país o en otros países del mundo.

Aquí en la tierrita, pareciera que para poder preguntar algo en un local comercial, hay que pagar primero, y si nada se compra, quien vende, escasamente se despide del cliente. También pasa en las instituciones públicas, donde el funcionario promedio, atiende con dos piedras en la mano ante el reclamo de un usuario, y generalmente la persona se va sin su tema resuelto y sin querer regresar a ese lugar. De hecho, esta semana, lo viví en carne propia en una notaría de la ciudad, donde me atendieron de muy mala gana y me hicieron sacar un papel que no necesitaba.

Desde luego no todo es malo. En Ibagué hay ejemplos claros de buen servicio: Drogas Copifam, Mercacentro, el Hotel Dann, La Feria de la Carne, y me perdonarán por la cuña, pero es de ellos, de quienes los demás deberían aprender. Hoy en día es fundamental comunicar, y hacerlo bien. Las redes sociales, la atención personalizada en líneas y chats, pero sobre todo el contacto con la gente, es fundamental para potencializar la atención.

El mundo laboral del hoy y del mañana ya cambió. Las horas “nalga” de oficina ya no son indispensables, pues los contratos por obra labor y por objetivos llegaron para quedarse. Si usted como jefe, molesta porque su empleado quiere trabajar desde su casa, le aconsejo se revise. Si lo que quiere tener es quien permanezca sentado en una oficina las 12 horas reglamentarias, e incluso que ni vaya a la casa a almorzar, lo mejor sería contratar un maniquí que le diga a todo que sí en el discurso, pero en las acciones no responda con nada.

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