Isaac Newton, “El Último Mago”
Recordado por sentar las bases de la física moderna a través de la formulación de las tres leyes del movimiento y, tal vez, por la referencia al “manzanazo” (del cual no existe prueba alguna documentada) que lo llevó a descubrir la fuerza de la gravedad, las polémicas alrededor de Isaac Newton incluyen hasta su fecha de nacimiento.
Aunque se acepta que Isaac Newton nació prematuramente el día después de Navidad, el 25 de diciembre de 1643, en Woolsthorpe, Lincolnshire, Inglaterra, por ese entonces, en este país todavía se utilizaba el calendario juliano, que en otros países europeos había sido sustituido por el gregoriano en 1582. Sin embargo, en 1752 los ingleses terminaron uniéndose a esta iniciativa, por lo que las fechas acaecidas entre ambos años generan cierta confusión. En el momento de su nacimiento, era 25 de diciembre, pero con el cambio pasó a cumplir años el 4 de enero.
Era un bebé pequeñísimo y le dieron pocas posibilidades de supervivencia. Su padre murió antes de que él naciera por lo que, cuando cumplió tres años, su mamá lo dejó con su abuela y se casó con un hombre de un pueblo cercano. Esto le dejó una herida de por vida; se sintió rechazado por su familia lo que marcó uno de los principales rasgos de su personalidad, la desconfianza.
El país vivía tiempos turbulentos. Inglaterra estaba siendo destrozada por una guerra civil. La peste era una amenaza constante. Muchos creían que el fin del mundo era inminente. Ante este panorama apocalíptico, el niño Isaac Newton buscó consuelo en los libros de su escuela. No le interesaba ni la literatura ni la poesía, pero le fascinaba la mecánica y la tecnología, lo que lo llevó a inventar un elaborado sistema de relojes de sol que daban la hora y los minutos de manera precisa. Su madre tenía la esperanza de que se dedicara a manejar la granja de la familia, pero su tío y el director del colegio se dieron cuenta de que Newton estaba destinado a vivir en la esfera intelectual.
En los tiempos actuales de encierro, en que se discuten los efectos adversos que tendrá en los niños del mundo el distanciamiento social y la obligada educación virtual, recordamos que precisamente fue en una época de confinamiento por la peste bubónica en 1665 (las cuales, dicho de paso, eran muy frecuentes en ese entonces) cuando el estudiante de 23 años quien cursaba sus estudios en el Trinity College de Cambridge tuvo que recluirse durante dos años en su casa familiar en Woolsthorpe, en donde por supuesto no contaba con herramienta alguna de educación a distancia. Alejado de los profesores y de las bibliotecas que eran las únicas fuentes de conocimiento de la época, no se desanimó y desde su reclusión sentó prolíficamente las bases de sus teorías de cálculo y las leyes del movimiento que más tarde lo harían famoso al mostrar a todas las generaciones futuras una nueva forma de pensar e interpretar el mundo.
Pero Isaac Newton también sentía una atracción hacia el mundo oculto. Su personalidad de naturaleza desconfiada raras veces publicaba los resultados de su trabajo y solo se comunicaba con un círculo muy íntimo de privilegiados amigos por lo que no resulta extraño que sólo hasta 1936, en una subasta realizada en Londres, se expusiera un lote que contenía un millón de palabras escritas por el genio sobre alquimia y tres millones sobre teología y profecías bíblicas. La mayoría de los pergaminos fueron comprados por dos personas: el economista británico John Maynard Keynes (que los legó al King’s College de Cambridge) y el orientalista Abraham Shalom Ezekiel Yahuda, que se los dio en 1951 al recién nacido Estado de Israel; de allí pasaron al centro educativo en 1969.
Amante de la teología y la alquimia, Newton teorizó alrededor de 1704, a partir de la Biblia, en concreto del libro de Daniel, ¿Cuál sería la fecha del fin del mundo? Mediante fórmulas matemáticas y diversos cálculos dedujo que el mundo se acabaría 1.260 años después de la refundación del Sacro Imperio Romano llevada a cabo por Carlomagno, lo que, en el calendario actual, correspondería al año 2060.
Parte de este legado fue subastado el 9 de diciembre por Sotheby’s por 420.000 euros. Los manuscritos revelan su obsesión con las profecías bíblicas, las pirámides egipcias y el Apocalipsis. “Estos son artículos realmente fascinantes porque en ellos se puede ver a Newton tratando de resolver los secretos de las pirámides. Es una maravillosa confluencia la de reunir a Newton y estos grandes objetos de la antigüedad clásica que han fascinado a la gente durante miles de años. Los artículos te llevan de manera extraordinariamente rápida directamente al corazón de una serie de preguntas más profundas que Newton estaba investigando”, ha afirmado en “The Observer” Gabriel Heaton, especialista en manuscritos de Sotheby’s.
Newton estudió las pirámides en la década de 1680, durante un período de exilio académico autoimpuesto en Woolsthorpe Manor en Lincolnshire, lejos de su base en la Universidad de Cambridge, tras las críticas a su trabajo de su colega Robert Hooke, miembro de la institución científica “Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural” (Real Sociedad).
Newton siempre había creído que para llegar al conocimiento verdadero había que observar más que leer libros. Por ejemplo, en vez de confiar en los textos sobre óptica, experimentó metiéndose una aguja sin punta en su ojo para ver qué efecto tenía. Su teoría de la óptica lo hizo reconsiderar el diseño del telescopio, que hasta entonces era un instrumento grande y engorroso y usando espejos en lugar de lentes, Newton creó un instrumento más poderoso y 10 veces más pequeño que los telescopios tradicionales. Cuando la Real Sociedad supo del telescopio de Newton, sus miembros quedaron impresionados. Eso lo animó a contarles sobre lo que describía como un “experimento crucial” sobre luz y color.
La Real Sociedad era un grupo de élite que se reunía para compartir y criticar el trabajo de cada uno, y alentó a Newton a hacer lo mismo. Pero las teorías de Newton sobre la luz no cayeron en gracia a algunos de sus miembros quienes no pudieron reproducir sus resultados, en parte porque Newton describió su experimento de una manera muy complicada. Cuando el científico Robert Hooke cuestionó sus teorías, se ganó un enemigo de por vida. Newton tenía una convicción inquebrantable de que estaba en lo correcto por lo que no aceptó las críticas y con su orgullo aporreado se retiró de la vida intelectual dedicándose a trabajar en cuestiones religiosas y alquímicas.
Dicha disputa lejos de terminar le impuso un reto a Newton, el de probar sus teorías sobre las órbitas planetarias adecuadamente, escribiendo durante dos años lo que se considera como la base de la Física que conocemos, la “Philosophiæ naturalis principia mathematica”, latín para “Principios matemáticos de la filosofía natural”. Era la culminación de más de 20 años de pensamiento y presentaba su teoría de cálculo matemático, las tres leyes del movimiento y el primer informe riguroso de la constante de gravitación universal.
Irónicamente en 1700 fue nombrado director de la Real Sociedad y permaneció en ese cargo por el resto de su vida tomando algunas decisiones polémicas, entre otras tratar de borrar a Hooke de la historia, las que no diezmaron la fama de Newton como filósofo natural, siendo enterrado con todos los honores en la Abadía de Westminster al morir, a la edad de 84 años.
A pesar de ser recordado por sus descubrimientos matemáticos y científicos que le valieron su grandeza y todavía lo hacen hoy un referente para el mundo de la ciencia, de acuerdo con Keynes poseedor de los manuscritos subastados en este mes, Newton se veía a sí mismo como una especie de profeta que había sido puesto en la Tierra para descifrar la palabra de Dios, es por esto que para éste coleccionista devoto del científico británico, Isaac Newton fue “el último de los magos”.