Opinión

La danza del billete: ¿Un calendario electoral o una farsa política?

Juan David Rincón Galindo

Juan David Rincón Galindo

Comunicador Social y Periodista
Especialista en Periodismo Deportivo
Socio ACORD – Tolima
Director Tolima Online

El país está sumido en un enredo electoral que ya empieza a cobrar factura: la «danza del billete». No es solo una frase popular, es la imagen que mejor describe la política actual en Colombia, donde las campañas electorales de 2026 ya han comenzado, y no precisamente en las urnas, sino en los pasillos del Congreso, en los despachos de los gobernadores y en los rincones de los municipios más alejados.

¿Para qué hacer un calendario electoral, entonces, si las campañas ya han comenzado? Desde el presidente Gustavo Petro, hasta los concejales de los municipios más pequeños, todos están de alguna forma abocados a la reelección o a preparar el camino para quienes quieren seguir en el poder. El proceso electoral, que debería ser un ejercicio de democracia y reflexión, se ha transformado en una carrera anticipada por la presidencia, el Congreso, las alcaldías y las gobernaciones. La preocupación no está en gobernar o legislar, sino en posicionar imagen, repartir favores y asegurar votos a través de la «danza del billete», como la llaman algunos.

El presidente Gustavo Petro, por ejemplo, no ha perdido oportunidad para dejar claro que está dispuesto a buscar la reelección (por ley no se puede, gracias a Dios). «Si el pueblo lo quiere, yo seguiré al servicio de Colombia», ha dicho en varias ocasiones. Estas declaraciones son una clara muestra de la intención de mantenerse en el poder, así sea por una interpuesta persona, dejando en segundo plano los asuntos urgentes del país. Mientras tanto, los congresistas, diputados y concejales, en lugar de cumplir con su deber de legislar y fiscalizar, prefieren ocuparse de su imagen y de sus futuras aspiraciones políticas.

Este adelanto de campañas tiene un alto costo, tanto económico como en términos de eficiencia administrativa. Las campañas electorales de 2026, que ya están en marcha, demandarán una cantidad exorbitante de recursos: desde el financiamiento de eventos hasta la distribución de «mercados», cemento, tejas y promesas de puestos de trabajo que forman parte del clientelismo que persiste en nuestro país. Este sistema, en lugar de generar un debate político serio y propuestas claras, promueve la compra de votos y el desprecio por los verdaderos intereses de los ciudadanos.

Al final, la pregunta sigue siendo la misma: ¿de qué sirve un calendario electoral si ya estamos atrapados en un ciclo interminable de campañas y promesas vacías? Las elecciones deberían ser un momento de reflexión y cambio, no una rutina de reelección y perpetuación en el poder. Es hora de preguntarnos si realmente necesitamos más promesas o más acción.

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