Las reformas

En los últimos meses hemos sido testigos de algo que no se había visto en mucho tiempo: un gobierno que tiene la capacidad para estar en todo momento en el ojo de la opinión pública. Esto se debe principalmente a que las reformas propuestas por el gobierno del cambio son las primeras que se han hecho con base en la construcción colectiva de muchos años de luchas y reivindicaciones impulsadas por sectores históricamente olvidados y dejados de lado.
La riqueza de estas reformas no radica exclusivamente en su origen o el hecho de que permite materializar el cambio por el que masivamente votaron las y los colombianos, sino en el hecho de que la discusión constante en el escenario público acerca de los contenidos de las mismas les ha permitido evolucionar hacía consensos con la mayor cantidad de sectores, algo que en los gobiernos pasados no ocurría.
Así pues, el gobierno se encuentra en una tensión constante entre materializar unos principios e ideales con los que se sintió identificada la mayoría de la población colombiana y la necesidad de llegar a consensos con diferentes sectores sociales y políticos para garantizar la unidad de un país sumamente polarizado; así pues, el gobierno en una actitud democrática, sin dejar de buscar hacer una realidad esos principios de cambio, se ha caracterizado por escuchar, discutir y llegar a consensos que permitan lograr cambios que incluyan a las grandes mayorías.
Sin embargo, de manera mezquina, algunos sectores políticos se han dedicado a fomentar mentiras, establecer relatos que no concuerdan con la realidad y engañar a un electorado que, en un escenario de polarización y cultura política precaria, resulta asumiendo posiciones radicales y peligrosas para la democracia; hemos visto cómo mediante la desinformación se ha buscado fortalecer proyectos políticos de sectores que hoy aún no aceptan que existe una voluntad nacional que exige cambio, que viven de establecer conspiraciones, de la sugestión y de incluso desconocer las instituciones con tal de promover su discurso lleno de odio.
Lo prudente, lo que caracteriza a quienes somos demócratas, quienes defendemos a nuestro país y sus instituciones es estudiar y conocer las discusiones que definirán el rumbo de nuestras comunidades, más aún quienes las representamos, ya que en nuestros liderazgos tenemos un deber de acercar los debates sobre lo público a la gente que hoy ve esas discusiones como algo lejano, fomentar la participación ciudadana así como impulsar a los nuevos liderazgos para que puedan afrontar esos debates que pese a su gran relevancia hasta ahora están llegando a las personas a quienes el mismo sistema excluyó de su participación.
El reto de las reformas no es otro que transformar un sistema que se ha encargado de excluir a las grandes mayorías y el gobierno nacional se ha encargado de que sus propuestas puedan incluir la mayor cantidad de perspectivas, ha permitido que se nutran sus textos y han arrojado las mejoras que nos permiten avanzar, poco a poco, hacia un país donde se respeten los derechos, la dignidad humana y donde haya las condiciones que permitan dar oportunidades a todas y todos.
Por supuesto que este norte tan claro molesto a quienes representan los intereses de esa minoría que se ve amenazada por el reciente avance en la construcción del país con el que sueñan las mayorías, por lo que se ven obligados a valerse de la desinformación y la mentira para provocar la indignación de un pueblo expectante ante el primer gobierno de corte de izquierda liberal en la historia de nuestro país. Precisamente han establecido discursos que rayan en el absurdo pero que, a causa de la poca cultura política que han establecido las formas de los mismos de siempre, resultan efectivas y les dan los réditos electorales, es decir, le mienten descaradamente a la gente, hacen política con el miedo, todo con el objetivo de rebuscar votos vendiéndose como una solución a los problemas que esos sectores han causado y que hoy el gobierno nacional quiere tramitar con las reformas sobre las que tantas mentiras han recaído.
El ejemplo más reciente es la reforma a la salud, ya que sin haberse radicado el texto en el congreso de la república la oposición, priorizando la mezquindad política, decidió convocar a un paro nacional sin antes haber conocido el texto. Yo me pregunto: ¿Qué sistema de salud están defendiendo? ¿Aquel en el durante 2022 se presentaron un aproximado de 12.000 tutelas por mes invocando el derecho a la salud para que autorice una cita o un medicamento? ¿En el que las familias de escasos recursos se ven obligados a hacer un copago o dar una cuota moderadora para un medicamento que puede ser esencial? ¿En el que las EPS, bajo el nefasto objetivo de incrementar las tasas de ganancias, hacen de la salud pública un negocio?
Del mismo modo, con la reforma al sistema penitenciario, la cual va en consonancia con los parámetros establecidos por la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado, construida en conjunto con un grupo de los mejores juristas expertos en materia penal, política criminal y derecho constitucional así como los académicos del derecho de prestigiosas universidades de todo el territorio nacional, se han dedicado a vociferar absurdos como que se va a legalizar la pederastia o que se van a liberar a todos los presos de las cárceles del país, sin antes haber hecho un estudio riguroso y técnico de la misma.
Finalmente, termino con la siguiente invitación: antes de decir que van a traer médicos cubanos, que se está atentando contra un sistema de salud estructurado, la invitación es a conocer la realidad de los pacientes, de establecer un criterio técnico y de al menos leer las reformas antes de asumir una posición frente a las mismas. En un país tan polarizado es un error juzgar un proyecto únicamente por quienes lo proponen, predisponerse de manera irracional y en el proceso valerse de la mentira como fortín electoral.