Opinión

Queriendo cambiar la historia

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Esta época del año es compleja para los recuerdos. Se avecina el aniversario de dos de las fechas que, al menos para mí, son de las más dolorosas para nuestro país: toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero. La primera de ellas, ocasionada por el M-19 y la segunda, a la semana exacta, casi como si la naturaleza o el Universo quisieran recordarnos que nada pasa por este mundo sin que se presenten, de alguna manera, consecuencias. Se cumplen 40 años de estas tragedias.

Y todo termina siendo más complejo, cuando uno escucha al presidente del país decir que una de estas tragedias, el acto delictivo, fue una “genialidad”, revictimizando con su comentario a todo aquel que tiene en su espalda alguna ausencia desde aquel día o incluso, a todo el país, porque nadie puede negar que, sea cual sea su pensar político, Colombia cambió ese día.

Lo más curioso que ocurre con el presidente Petro es que, cuando le han preguntado por aquel hecho, por cómo se ejecutaron las cosas, siempre ha dicho que no estaba allí, que lo tenían preso, que él no es responsable de lo ocurrido. Sin embargo, en cuanto tiene la oportunidad, sale a defender el hecho y a romantizar lo ocurrido, poniendo en duda todo lo que la historia ha contado sobre lo que pasó allá adentro: sobre la manera en que mataron a los magistrados, sobre cuál era su verdadero objetivo al estar allí y, ante todo, sobre cómo financiaron la toma.

¿Será que al presidente le contaron con lujo de detalles lo ocurrido, para él poder salir a defender, desde el principio y 40 años después, lo que allí pasó? ¿O será más bien, que la narrativa de ideologizar un suceso histórico da más réditos que contar la historia como sucedió? Porque si algo es claro ahora, es que la toma del Palacio no fue un hecho ideológico que buscaba representar a nadie ante nada, fue un delito a gran escala que encargó Pablo Escobar a un grupo guerrillero, para acabar con todos los expedientes que podían implicarlos, a él y a sus amigos más cercanos, en delitos que les ocasionarían la extradición, próxima a aprobarse.

Así lo ha contado la historia y lo han corroborado la Comisión de la Verdad, Popeye y Carlos Castaño. Infortunadamente, algunos ingenuos aún siguen creyendo en los cuentos mal contados con el agitar de un lápiz que Gustavo Petro aprovecha para cambiar lo que hay en la memoria de todos y que no debe cambiar, en esencia porque “pueblo que olvida historia…” y no podemos permitir que esa repetición ocurra.

Así que, a prestar más atención y a consultar mejor las fuentes. Nadie tiene el derecho de cambiarnos la realidad, de alterar la verdad y de acomodar, según las preferencias, la historia. Nadie tiene por qué modificar lo ocurrido con una narrativa inventada, que busca cambiar lo ocurrido y alterar la historia, historia que, si lo pensamos bien, fue la que nos formó, la que nos llevó a ser lo que somos.

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