Opinión

Revictimizados

Adriana Bermúdez

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Cambiar la historia a través de la narrativa, es algo a lo que ya estamos acostumbrados en este Gobierno. Eso lo vemos cada que el presidente decide satanizar cualquier cosa con la que no está de acuerdo y se inventa que destruye al país o a la humanidad, como ha hecho con el petróleo, el gas o el carbón, sin tener en cuenta el daño que hacen sus medidas descontroladas a la economía del país y, por ende, a los colombianos.

Pero el cambio que pretende el Gobierno Petro no queda allí. También ofrece la posibilidad de convertir a los malos en buenos y a los buenos en olvidados, como lo vimos la semana pasada. Primero, en el coliseo Happy Lora de Montería, durante la entrega de tierras a campesinos, el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso pidió perdón a las víctimas “por tanto dolor, sufrimiento y lágrimas” que ocasionó a través de las órdenes que dio cuando pertenecía a las Autodefensas Unidas de Colombia y que sólo dimensionó cuando pudo mirar a las víctimas a los ojos, durante las audiencias de Justicia y Paz.

Recordemos que ese proceso se llevó a cabo en el Gobierno de Álvaro Uribe, a través de una ley aprobada en el Congreso en 2005 y revisada por la Corte Constitucional en 2006, declarando que «quienes se acojan a la ley deberán cumplir a cabalidad las resoluciones de la ley, como la confesión total de los delitos, la reparación y la verdad, y no volver a delinquir». Fue el incumplimiento de este último punto, no delinquir, el que permitió que Salvatore Mancuso, junto a otros 12 exjefe paramilitares, fuera extraditado a los Estados Unidos.

Al final del encuentro, el presidente Petro y Salvatore Mancuso intercambiaron sombreros, lo que se muestra como un acto de cercanía y camaradería entre ellos, lo que puede parecer obvio entre dos personas que antes, se dedicaban a lo mismo, delinquir y hoy, se encuentran privilegiados por las leyes a las que se acogieron.

Al día siguiente, el pasado viernes en el Encuentro Nacional de Reparación Colectiva, se vivió una tensa situación cuando la directora de la Unidad de Víctimas, Lilia Solano, negó la petición que hizo una de las víctimas para hablarle en público a Mancuso. La directora Solano le solicitó que hablara en privado con Mancuso, seguramente porque temía que aumentara la cantidad de víctimas que querían ser escuchadas por el ahora, gestor de paz. Lo grave de esta situación fue que Mancuso se retiró de tarima para hablar con la víctima y nunca regresó al evento, dejando algo más que frustración en los presentes, quienes aún tienen mucho por decirle al exparamilitar.

Y no significa que no crea en las segundas oportunidades, pero éstas no deben venir acompañadas del olvido, porque es ese olvido el que permite la reincidencia. Como dijo el filósofo George Santayana “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo” y, al final del día, parece que ese es el objetivo presidencial, que olvidemos aquello que hemos vivido, no me queda claro si para que, tarde o temprano lo repitamos o, simplemente, para sacarle partido, beneficiándose de haber ayudado a quienes le hicieron daño al país, pero continúan con poder.

No queda duda de que para lograr una verdadera paz, aún hay muchas cosas por decir, muchas verdades por conocer, muchas historias por contar, pero que nuestro Gobierno prefiere mantener ocultas al parecer, para poder manejar la narrativa de un proceso de paz que es ineficiente y que se niega a ajustar porque, en esencia, su interés, a diferencia de su narrativa, no parece ser la reparación de las víctimas.

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