«Siempre es que hay mucho imbécil»

Juan David Rincón Galindo
Comunicador Social y PeriodistaEspecialista en Periodismo Deportivo
Socio ACORD – Tolima
Director Tolima Online
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Imbécil: Tonto o falto de inteligencia. RAE
Hace pocos días, en el programa “El Calentao Informativo” de RTVC, se presenció una de esas intervenciones que no hacen más que confirmar lo que muchos ya sospechábamos: la falta de criterio y la proliferación de absurdos en los medios de comunicación. En este caso, uno de los participantes se atrevió a soltar la frase: “La cultura metro, funciona por la oficina”. Este tipo de declaraciones no solo son una muestra de la falta de preparación, sino también un claro reflejo de cómo los medios han caído en la trampa de dar espacio a cualquier tipo de «imbécil» con tal de conseguir un minuto de fama, sin importar el daño que puedan hacer a la cultura y la sociedad.
Es doloroso pensar que, en una época donde la juventud debería estar recibiendo educación sobre valores, urbanidad y respeto, estamos permitiendo que se sigan sembrando mensajes tan vacíos y destructivos. Las campañas como “Quiero a Medellín” o el «Vivo Bobo» en Cali, que en su momento promovieron civismo y respeto por el entorno y los demás, se han ido perdiendo en el tiempo. La ciudad de Medellín, antes ejemplo de progreso y civilidad, se ve hoy atrapada en una contradicción entre el desarrollo urbano y la descomposición social. Cali, que fue un referente de cultura y respeto, parece haber dejado atrás esos valores que la hacían única, todo gracias a esa falacia del «libre desarrollo de la personalidad», que ha justificado, entre otras cosas, la banalización de la violencia y el consumo de drogas en espacios públicos.
Pero más allá de estas situaciones, lo que realmente preocupa es el proceso de adoctrinamiento que se está gestando bajo el gobierno de Gustavo Petro. El uso de los medios públicos para promover una narrativa que busca borrar, por ejemplo, las conductas delictivas asociadas a la guerrilla y a la violencia, es un acto irresponsable que no solo tergiversa la historia, sino que también contribuye a la normalización de crímenes que no deberían quedar impunes. ¿Desde cuándo consumir drogas en un parque es una manifestación de libertad? ¿Acaso la libertad no se ejerce también respetando el bienestar y la seguridad de los demás?
Es necesario hacer un alto en el camino y recordar lo que Colombia fue antes de que todo esto comenzara a desmoronarse. ¿Por qué Bogotá era conocida como la Atenas Suramericana? ¿Por qué Medellín era vista como una ciudad pujante, en constante crecimiento, que no temía mostrarse al mundo? Y no olvidemos a Cali, la ciudad que, en su momento, fue ejemplo de civismo, donde la cultura, el respeto y la convivencia eran principios fundamentales.
Hoy, nos encontramos luchando por mantener lo poco que queda de esa Colombia que, a pesar de sus dificultades, era un referente en muchos aspectos. Nos enfrentamos a un futuro incierto si seguimos alimentando la mediocridad y la irresponsabilidad. Es hora de levantar la voz contra esos «imbéciles» que, en su afán de figurar, arrastran consigo los principios fundamentales de nuestra sociedad. Y más aún, es el momento de recordar a las nuevas generaciones la importancia de campañas como las de «Quiero a Medellín», el respeto por los mayores y, sobre todo, la necesidad de construir una sociedad más justa y respetuosa.
No dejemos que la cultura del desvarío se imponga como norma. Es momento de recuperar lo perdido y volver a ser una sociedad que valora la educación, el civismo y el respeto.