Un poquito de integridad

La investigación que reveló el fin de semana Daniel Coronell, pone de nuevo en evidencia que este Gobierno es aún peor que otros y que la llegada al poder tiene como objetivo obtener la mayor cantidad de beneficios personales posible, mientras los colombianos los contemplamos “viviendo sabroso”.
Y es que, el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, tiene a su esposa trabajando en la Superintendencia de Salud, lo que, según dice, es legal porque no se presenta subordinación entre los cargos; sin embargo, la pregunta del millón es ¿Es ético? Porque no podemos dejar de reconocer que la Superintendencia es el organismo que realiza inspección, vigilancia y control al Ministerio, lo que significa que es el encargado de “poner en orden” a los miembros de la cartera cuando los resultados de las investigaciones lo ameriten.
Y es que, además, la revelación de Coronell evidencia el maltrato que Beatriz Gómez Consuegra, esposa del ministro, ejerce sobre algunos colaboradores, argumentando el cargo que ostenta. Lo grave de esto es que, ante esta denuncia, al ministro Jaramillo lo único que se le ocurre salir a decir a través de un trino, es que a su esposa la persiguen porque su mérito “es cuestionado solo por ser pareja de un hombre que ostenta un cargo de poder”.
¡Qué equivocado, ministro! Nada más alejado de la realidad, creer que a su esposa se le cuestiona por eso. Se le cuestiona porque su comportamiento como líder es inapropiado y porque su labor no debería estar tan ligada a la suya. Nadie duda de sus capacidades, sólo de su integridad, porque es claro que, si tan importante era para usted ser ministro, ella debió, por ética, haber dejado la Superintendencia y así, evitar estos cuestionamientos. Aunque tampoco habría quedado mal si usted, por respeto a ella y a la importante labor que realiza, declinaba el cargo. Así, ella habría podido seguir dedicada a trabajar por la salud de este país.
Si ella fuera la presidente de una multinacional que hace maletas y bajo su mandato cumplieran con todas las reglamentaciones que le competen a la compañía, nadie estaría diciendo nada de lo legal, sólo de lo humano, porque está claro que es una jefe tirana y abusiva, no más.
Como colombianos, no podemos seguir permitiendo que, desde la izquierda, nos distraigan con discursos de odio que carecen de argumentos. Seamos claros al decir que nadie está ejerciendo misoginia contra la señora, ni está pretendiendo que se quede en casa cuidando de los nietos, las mascotas o las plantas, solo se le pide ejercer el cargo encomendado con altura y ética, evidenciando sus capacidades, declarándose impedida en ser “juez y parte” de las investigaciones o procesos que atañen a su esposo o a su gestión.
Como colombianos, solo nos queda pedirle a este Gobierno, algo que ha resultado más que imposible obtener de un grupo de personas que llegaron al poder y no tienen la menor idea de qué hacer con él: un poquito de integridad.