Opinión

Cómo hemos cambiado

 Luis Carlos Rojas García Kaell de Cerpa

Luis Carlos Rojas García Kaell de Cerpa

Escritor

En los últimos días el gobierno de este paraíso cuyas miserias son escondidas bajo la nieve, advirtió que la conocida inmigración ilimitada llegaba a su fin.

Para quienes no saben de qué estoy hablando, me refiero a que, hasta hace algunos días, la cantidad de inmigrantes que podían llegar a este lugar mediante alguna estrategia como estudios, por ejemplo, no tenían límite; mejor dicho, todos, desde que tuvieran cómo pagar, podían entran y aspirar a una residencia futura y posteriormente a una nacionalidad.

Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar en los dos últimos años o, mejor, desde que lo relacionado con la pandemia comenzó a normalizarse y los inmigrantes dejaron de ser tan apetecidos por esta asolapada sociedad que, pese a declararse laica en donde caben “todos”, siguen pecando y rezando por igual.

Así es, a los inmigrantes hoy por hoy se les acusa de ser los directos responsables de la falta de viviendas para los nacionales, sin dejar de lado que son los culpables de abaratar la mano de obra y hasta la semilla del mal que ha hecho que hasta los alimentos estén por las nubes.

A lo anterior se suma, que en la zona en donde se habla francés el tema del idioma es una verdadera guerra idiomática que, definitivamente, el gobierno de turno no piensa perder y, precisamente, los inmigrantes no colaboran con la causa, aunque les paguen por estudiar el idioma.

Para ensombrecer el panorama, el tema político y el afán de conseguir votos a punta de discursos de odio y del fomento de héroes salvadores de la patria en riesgo de perder su identidad por culpa de los inmigrantes, toma cada vez más fuerza y dejan al descubierto que, al igual que en la tierra del tío Samuel, el racismo está a la orden del día por este territorio frío y sin sentimientos.

Como sea, la situación es más compleja de lo que podemos analizar en una columna de opinión, pero, lo que sí queda claro, es que, entre más prohibición y reglas para llegar a la tierra prometida, más costoso se pone el asunto para quienes quieren entrar al paraíso.

Es aquí, por supuesto, en donde entrar a jugar con todas sus cartas y artimañas quienes aprendieron a negociar con las ilusiones y esperanzas de miles de personas que todavía piensan que, para vivir en un lugar como este, basta con aprender a protegerse del frío y ya, cuando la realidad es que, para lograr el sueño americano, canadiense o el que sea, toca perder el mismo entre trabajos y horarios que poco a poco se van robando la vida misma.

Entonces, si usted todavía quiere venir por aquí tiene que estar preparado para lo que se viene ya que nadie se imagina cómo hemos cambiado, pero, ya tendremos tiempo de hablar más sobre el tema, por ahora, manténgase alerta y revise bien cuando le quieran sacar los ojos a través del negocio socio de venir a vivir a estas tierras sin alma. Este muy atento o atenta porque… cada cosa que ocurre: ¡Es un hecho Sam!

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