El delirio
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Tratando de imitar la estrategia de Hugo Chávez en Venezuela, llamada “Aló presidente”, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha tomado por costumbre hacer una alocución presidencial cada domingo, sea la retransmisión de un discurso que dio en algún atril o un diferido de alguna grabación. La diferencia es que, como sabe que su popularidad no va por buen camino, prefiere hacer esta alocución en diferido y grabarla en privado, quizás para evitar que, en pleno discurso, el “Fuera Petro” lo interrumpa.
En la noche de ayer, desde Gigante, en el Huila, lo escuchamos, de nuevo, hablar del daño que le hacen los medios de comunicación a su Gobierno. Tuvo el descaro, porque no puedo clasificarlo de otra manera, de decir “nunca un presidente estuvo bajo tanta sevicia y perfidia”. ¿Ya se le olvidó al señor presidente, lo que él, sus amigos y los medios de comunicación de su afecto, hicieron en el Gobierno Duque? ¿Olvidó sus acciones y las de sus secuaces, cuando promovieron el paro de 2021, en plena pandemia? ¿Olvidó lo que su seguidor, Daniel Mendoza Leal, hizo con la serie “Matarife”, la que el mismo creador confesó haber concebido como estrategia política?
Culpa a los directores de medios de comunicación de insultarlo y ser groseros con él. ¿A qué llama insultos y grosería? ¿A demostrar en cada emisión que su Gobierno no ha cumplido lo que prometió y tiene al país de cabeza? Ya tuvimos problemas con la gasolina de avión, estamos ad portas de tener problemas con el gas vehicular, están buscando presentar una segunda reforma tributaria y tiene la osadía de querer una Asamblea Constituyente, porque sabe que salir del poder después de este mal Gobierno, no le permitirá volver a él.
Habla de debatir de frente, cuando, en pleno paro de transportadores, no quiso referirse al tema y nos dejó a todos más que preocupados, porque era evidente que, hasta ese momento, desde el Gobierno central no tenían la más mínima idea de cómo manejar el asunto y el desabastecimiento en el país se notaba cada vez más.
De nuevo estigmatiza, esta vez a los pobres y a los negros, cuando habla de sus enfrentamientos diciendo que “siempre hay que recordar que en vez de matar hay que hablar”… ¿Será que son los únicos grupos poblacionales donde se pueden dar este tipo de acciones erradas?
Concuerdo con él en que Colombia “necesita de mucha más equidad social, de muchas más oportunidades abiertas para todos”. Lo curioso es que su Gobierno, después de dos años de haber sido electo, sólo ha logrado más oportunidades para sus amigos, como los que ocupan el Ministerio de la Igualdad, los que han salido de la cárcel a pesar de haber delinquido en la Primera Línea o los que hacen parte del séquito de la primera dama, pero ha sido incapaz de crear verdaderas oportunidades para la gente del común.
Habló del sistema de salud, pero, una vez más, engañó a sus súbditos, diciendo que había que cambiar el actual porque era un negocio donde “sólo si usted tiene dinero para darles, usted tiene atención”. El señor olvida que la Ley 100 permitió que más del 90 % de los colombianos tuvieran acceso a médicos y a medicina, lo que no era posible en la época del Instituto Seguro Social, cuando la salud sólo llegaba a un aproximado, 36 % de la población, que es a donde él quiere devolvernos… Y lo está logrando. Lástima que el cáncer que padeció decidió tratarlo en Cuba, en un sistema de salud extranjero que, seguramente, debió costear de su propio bolsillo, en vez de haberle dado la oportunidad a la Ley 100 de Colombia. Así, se habría dado cuenta, de primera mano, de sus aciertos y oportunidades de mejora.
Habló de Olmedo, refiriéndose a los que “piensan es en robar”, pero no habló del séquito de Verónica, ni habló de Benedetti, ni de quienes ocupan el Ministerio de la Igualdad, que, a mi parecer, también roban, porque se apropian de lo que no les pertenece, de aquello que no se han ganado. Reconoció que “El robo en el Estado se acabará si vigilamos más”, pero está claro que eso tampoco se les facilita porque, por el contrario, es el Gobierno el que lo permite y patrocina. Para la muestra, los casos que mencioné.
Y después de hablar sobre la importancia de “ayudar y no sólo ganar”, busca otra vez, generar una lucha de clases, concentrando su discurso sobre las reformas que, según dice “tocan hoy intereses de gente muy privilegiada, muy poderosa”, dejando a un lado que es el pueblo colombiano el que no ha estado de acuerdo con sus propuestas, por considerarlas inconvenientes. Además, manifiesta que “el dinero público que se entrega por billones, pasa a estos negocios y se esfuma” lo que tampoco es del todo cierto, porque esos “negocios”, los que habían estado dotándose de maquinaria, tecnología y personal idóneo, para ayudarnos a preservar nuestra salud. ¿Por qué será que no piensa en la desigualdad cuando abre una Embajada o un Ministerio que no necesitamos y que nos cuestan tanto dinero? Ese mismo dinero que podría reinvertir en llevar, de verdad, un acueducto a la Guajira, promesa que sigue en mora.
Se refirió a la reforma pensional, diciendo que “tres millones de viejos, hoy sin nada, tendrán un bono pensional de $2250000 mensuales que permitirá tener un plato de sopa caliente y una sonrisa en los labios” lo que, debo reconocer, es fabuloso, porque pasar de tener nada a tener algo, es ganancia. Aunque no especificó a costa de quién, porque de alguna parte sale ese aporte y, sin Ecopetrol siendo rentable, lo único que se me ocurre para cumplirle a tanta gente se llama “reforma tributaria”.
Como sus triunfos, habló del millón seiscientas mil personas que salieron de la pobreza en 2023 y del millón doscientas mil personas, que salieron de la pobreza extrema; además, dijo que se redujo a la mitad la desnutrición infantil en Colombia; se redujo la tasa de mortalidad materna y, la Guajira, ya no es el lugar donde mueren los niños por desnutrición “así se hayan caído los decretos de emergencia”. Dijo, además, que en agosto la inflación fue cero, porque está “completamente controlada”. También, que “la tasa de crecimiento económico actual, en julio, fue de 3,86 %, que ya marca la senda del crecimiento sostenido de Colombia”. También, que la industria crece al 2 %, la vivienda al 6 % y la agricultura un 10 % de crecimiento anual, lo que “sólo se ve en la China”. No perdamos de vista si los expertos se encargan de refutarle sus cuentas…
Pero, como acostumbra con todo inocente, a los jóvenes les vendió humo. Los incentivó a reunirse en cooperativas, sea por barrios, por barras de fútbol o gustos musicales, para acceder a un crédito que les permita progresar, pero es claro que no está ofreciendo ninguna facilidad desde el sector público, porque cada banco pone sus condiciones para otorgar créditos y, ni el Banco Agrario, desembolsa con tal facilidad si no tiene las garantías. Es más, con la situación que vive el país, cada día son más difíciles los créditos.
Y, él, que le gusta “debatir de frente”, no perdió la oportunidad para lanzar un “indirectazo” al expresidente Uribe, diciendo que “Colombia sería más hermosa con su juventud, cantando, bailando y pintando, con su juventud estudiando al máximo y viviendo, y no con sus 6402 jóvenes fusilados y silenciados a la fuerza”.
Y allí entró su lado delirante, a hablar de que “las reformas y las políticas públicas que implementamos, han llevado a un grupo poderoso y sectario a pensar en magnicidios, en la sangre, hoy denunciados hasta por el mismo embajador de los EE. UU en Colombia”. Recordemos que Francisco Palmieri y el Gobierno Biden, aunque más mesurados, son de la corriente ideológica del presidente Petro, “amigos de causa” dispuestos, seguramente, a apoyarse en lo necesario para lograr sus objetivos.
También retomó el discurso del golpe de Estado. Dijo que “Están buscando con artificios y manipulaciones jurídicas, tumbar al presidente elegido por voto popular” y, como una sola teoría no es suficiente, también retomó la del asesinato, que podría ser con “venenos o volquetas llenas de explosivos, francotiradores”. Además, continuó vinculando a los parlamentarios, por medio de “una votación en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, que anule el voto del pueblo”.
El delirio llega al punto de decir que “La gente que apoya el cambio sale por decenas de miles a las calles y llena las plazas”, cuando acabamos de pasar una marcha donde vimos plazas y calles vacías. Nada de asistencias masivas que apoyen al Gobierno, eso ya pasó.
En lo que se ratificó el presidente, es en su orden a las FF.AA., de no levantar las armas contra el pueblo, poniéndolas al mismo nivel del pueblo, lo que genera zozobra porque, conociéndole el nivel de delirio, se queda uno pensando ¿qué estará planeando que no quiere que la fuerza pública actúe? Y no es exagerado, al fin de cuentas, el presidente fue guerrillero y estuvo entre quienes planearon el paro de 2021 en este país, así que sabe qué se puede hacer con un arma.
Como es acostumbrado, su alocución cierra con la amenaza de “imponer los cambios a la fuerza” si no se consiguen de forma dialogada y tranquila, lo que quiere decir que espera, le digamos que sí a todo, si no, igual lo va a hacer.