Opinión

El fracaso de la política de concesiones: Pastrana, Petro y la guerrilla

Juan David Rincón Galindo

Juan David Rincón Galindo

Comunicador Social y Periodista
Especialista en Periodismo Deportivo
Socio ACORD – Tolima
Director Tolima Online

En la historia reciente de Colombia, dos presidentes destacan por haberse presentado como los grandes salvadores del país, quienes, con una varita mágica, prometían poner fin a los conflictos armados con las FARC de Tiro Fijo y el ELN de Pablo Beltrán. Andrés Pastrana y Gustavo Petro, cada uno a su manera, adoptaron una política de concesiones con la guerrilla, una estrategia que, lejos de pacificar el país, solo logró fortalecer a los grupos armados, rearmarlos y extender su capacidad de desestabilización.

Pastrana, en su fallido intento de lograr un acuerdo de paz con las FARC, ofreció una zona de despeje en Caguán, donde la guerrilla pudo reconstituir fuerzas, ampliar su capacidad militar y continuar con el narcotráfico, sin que se lograra avance alguno hacia la paz. Su gobierno, en lugar de debilitar a las FARC, les entregó tiempo y espacio para reorganizarse, y el país pagó caro por ello: el fortalecimiento de las FARC se tradujo en más violencia, secuestros y narcotráfico.

Por su parte, Gustavo Petro, al llegar al poder con su discurso de paz total, se embarca en una estrategia de negociaciones con grupos como el ELN, basándose en la idea de que los mismos actores que durante décadas han sembrado muerte y terror en Colombia pueden ser parte de una solución. Al igual que Pastrana, Petro cae en la trampa de las prebendas, sin exigir compromisos claros ni poner sobre la mesa la rendición de cuentas. Este tipo de concesiones, lejos de desmantelar la estructura guerrillera, la valida y la fortalece, dándole poder sobre las decisiones políticas del país.

Ambos gobiernos cometieron el mismo error: en lugar de tomar medidas contundentes para debilitar a los grupos armados, cedieron ante ellos, haciendo promesas que solo sirvieron para prolongar el conflicto y darles oxígeno a los enemigos de la paz. Así, la política de concesiones con los actores armados ilegales no solo ha fracasado, sino que ha contribuido a perpetuar el ciclo de violencia que sigue azotando a Colombia.

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