La intolerancia en el FPC: Un llamado a la acción
El fútbol profesional colombiano (FPC) atraviesa un momento crítico. Los desmanes que se han registrado en los partidos no solo afectan la imagen del deporte, sino que también ponen en riesgo la vida de jugadores, árbitros y aficionados. Es inaceptable que en cada jornada se repitan escenas de violencia, y es hora de que las autoridades tomen medidas contundentes y efectivas.
Sancionar únicamente con multas económicas o el cierre de estadios es un enfoque inadecuado. Las consecuencias de estos actos de violencia deben ser proporcionales a la gravedad de los hechos. Se debe acabar con la permisividad y la impunidad que rodea a los responsables de estos actos. No se puede seguir “sancionando el cemento”, mientras que los verdaderos culpables se quedan sin castigo.
Es imperativo que se implementen penas más severas para aquellos que demuestran ser asesinos en potencia. La cárcel debe ser una realidad para quienes amenazan la integridad de otros, y no simplemente una advertencia que se ignora. La violencia en el fútbol no es solo un asunto de hinchas enloquecidos, sino un fenómeno que demanda una respuesta firme de la justicia.
Además, las sanciones deben extenderse a los equipos involucrados en actos de violencia. La pérdida de puntos debe ser una medida que se aplique sin excepción. Solo así se podrá generar un verdadero cambio en la cultura del fútbol colombiano. Los clubes deben entender que son responsables de sus hinchas y que su inacción ante la violencia puede costarles más que solo un partido perdido.
Asimismo, es vital que las autoridades deportivas y gubernamentales trabajen de la mano con las comunidades. Se deben crear campañas de sensibilización que promuevan el respeto y la convivencia pacífica en los estadios. El fútbol es una pasión que debe unir, no dividir.
En conclusión, es hora de dejar atrás la cultura de la impunidad y actuar con determinación. El FPC necesita sanciones que realmente reflejen la gravedad de la violencia que hemos presenciado. La seguridad de todos los involucrados debe ser una prioridad, y cada partido debe ser un espacio de disfrute y respeto. No más permisividad: el cambio empieza ahora.