Opinión

Qatar y nuestra doble moral

Adriana Bermúdez

Creyente en que con la verdad, todo se puede. Comunicadora social, Magíster en Administración.

Comenzó la mayor fiesta deportiva del mundo con la realización de la cuarta edición del FIFA Fan Festival, donde se presentó la nueva canción “Tukoh Taka”, himno oficial del torneo, interpretado por Maluma, Nicki Minaj y Myriam Fares, y con el triunfo de Ecuador sobre el país anfitrión. Las apuestas están sobre la mesa y las predicciones sobre los resultados apenas comienzan. Sin embargo, los ojos del mundo no solo están sobre el fútbol, también están sobre las múltiples violaciones a los derechos humanos que se comenten en ese territorio, no solo contra las mujeres, también contra los trabajadores que están construyendo los estadios.

Pero lo sorprendente no es que el mundo esté atento y se manifieste ante las infracciones que se comenten en ese país, de hecho, es lo correcto, lo sorprendente es la doble moral que nos inunda y lleva a que nos rasguemos las vestiduras solo hasta ahora, cuando fue en 2010 que Qatar fue escogida como sede del Mundial 2022 y, desde siempre, sus costumbres y creencias se han conocido por todos en el globo. Ya, ad portas o en el comienzo mismo del evento, no es hora de abrir los ojos y manifestarnos ante todas las cosas con las que no estamos de acuerdo, las manifestaciones debimos hacerlas desde que fue propuesta la sede y evitar su designación. Afectar su economía habría podido lograr algo, mínimo, pero quizás, algo.

Sin embargo, en este momento, deberíamos, más bien, estar aplicando toda una estrategia que nos lleve a aprovechar este encuentro futbolístico y cultural para tratar de inducir un cambio en el pensamiento de los habitantes de dicho país. Y no digo que lo hagamos solo los colombianos, sino el mundo entero, incluso, apoyados por la FIFA misma. Sacar partido a la oportunidad sería más inteligente y quizás, fructífero, porque ponernos en contra del fútbol no nos va a llevar a nada, sobre todo porque el espectáculo es tan importante, que hasta un país que no lo tiene como una de sus tradiciones, quiso ser su anfitrión.

Deberíamos estar mucho más enfocados en las verdaderas necesidades globales y en cómo aportaremos a ellas, pero no tiene ningún sentido que esperemos a que comience a desarrollarse el evento para manifestar inconformidades con una cultura milenaria y, mucho menos, a hacer exigencias que debieron hacerse previamente. Nuestros principios y valores no pueden dejarse en espera durante 12 años para, de un momento a otro, indignarnos por lo que ocurre.

Si queremos cambiar el mundo, lo primero que debemos cambiar es la manera en que lo vemos y, sobre todo, que lo abordamos. Manifestarnos a tiempo es la forma en que podemos ayudar a que alguna cosa cambie. El silencio se convierte en cómplice, pero podemos hacernos escuchar de forma contundente y respetuosa, solo así sembraremos una futura cosecha. Confiemos en que alcanzaremos a ver sus frutos.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba